El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CXCVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CXCVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Gracias, muchas gracias, por el esfuerzo. Colijo, por los extraños e inusuales espacios en blanco, que has escrito el comentario desde el móvil.

Leer tu breve escolio ha favorecido o propiciado que me retrotrajera en el tiempo hasta el año en el que estudiaba Tercero de Filología Hispánica en Zaragoza. Acudí varias veces, acompañado casi siempre por mi amigo Javier Sanz, a la Cafetería “La Ideal”, donde cerveceábamos mientras escuchábamos y veíamos videoclips de “Queen”.

Ignoro si ha sido ad líbitum o sin querer, pero has homenajeado (prefiero usar este verbo a plagiado) a John Lennon: “La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes».

Dejémoslo en mera deducción.

Por eso que refieres, las dificultades que habías tenido que sortear para trenzar sus líneas, te agradecía más, si cabe, que, sí, que cabe, el comentario susodicho.

Pues a mí me ha agradado sobremanera (sin disgustarme mucho, poco o nada —de nada—) que llamaras “sensibles clítoris” a las teclas de tu móvil.

Abundo o coincido con tu parecer. Deberíamos cervecear (sensu stricto, compartir las viandas y los caldos que cada quien prefiriera llevarse al buche) más con quienes apreciamos y acaso no veamos ni hablemos tanto como quisiéramos.

Los dos decían su verdad sobre ti. Cada uno, desde su punto de vista, daba su opinión sobre tu persona. Ya conoces la deuda que mantiene mi pensamiento, que no miento, con la idea orteguiana del perspectivismo: la verdad es un poliedro.

Pues hazle llegar cuanto antes a tu señor y señero suegro mis ¡muchas felicidades! por su aniversario.

Ya he contado aquí, en nuestro blog, que mi servicio militar obligatorio duró menos de una semana. Fui un jueves a Vitoria en tren y, gracias al mismo medio de transporte, estaba de regreso en Tudela al martes siguiente. Cinco noches dormí en Araca. Al poco tiempo, un par de meses después, me operaron en el HRS del riñón, del que me extrajeron el cálculo de oxalato cálcico, razón por la que me libré de más días de mili.

Espero darme de bruces algún día con la fémina que tenga los ojos claros (garzos o verdes) y (tras persignarme, acaso, hacer unas cuantas cruces) que, aunque no difundan serenidad, esparzan, al menos, severidad, para poder trenzar con conocimiento, que no miento, de causa, los versos que engarcen el madrigal que he probado varias veces coronar, pero no ha salido; o lo que ha brotado no me ha satisfecho.

Ciertamente (lo cuento casi todo), escribí cuarenta folios sobre un soneto de Gutierre de Cetina, autor de ese inmarcesible madrigal que lleva el título de su primer verso heptasílabo: “Ojos claros, serenos”.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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