El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CLXXXIII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CLXXXIII)

Dilecto Jesús (en tu nombre agrupo o concentro los de cualesquiera posibles lectores, ellas o ellos, de la décima en cuestión y, asimismo, de los renglones que siguen):

Aunque hoy no me has comentado nada, siento la necesidad de apostillarte (a poder ser, con un ápice o pizca de arte) algo, esto. Espero y deseo que no te moleste leer esta extravagancia ni que al menda le haya dado la venada de hacer tal cosa.

Mientras duraba el proceso de dar por buena la décima que en el día de la fecha, por la razón o los motivos que sean, no comentas (dudé entre finar el verso tercero con el vocablo “alarmado”, por el que, a la postre, me decanté, o con la voz “amargado”; ambos términos, como es fácilmente comprobable, se diferencian en una sola consonante del participio que corona el octosílabo segundo, “alargado”), en todo momento tuve presente en mi caletre la admonitoria y célebre frase del, en mi modesta opinión (pero acepto discrepancias, siempre que vayan acompañadas de sus correspondientes argumentos de peso), mejor filósofo español del siglo pasado, José Ortega y Gasset (“mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse”), que, desde que me la aprendí otrora de coro, siempre la porto, que no porteo, conmigo.

Bienvenidas, bienhalladas y bienhadadas son por el menda, ya las pondere unidas, formando conjunto, ya las valore de manera individual, por separado, las “estupideces” que has tenido la gracia de cazar al vuelo, sin echar mano de un señuelo, y, una tras otra, de ir ensartándolas (a modo de rosario, que no ha acabado, no, como el de la aurora), para que, al menos, Otramotro, advirtiera que el hilo por ti usado había sido manipulado por tus dedos con agudeza, donaire y guasa verbal, quiero decir, con sal(ero).

No discrepo y, al mismo tiempo, sí disiento de tu “no hay tu tía”, si las dos últimas voces de la expresión van separadas, como así las has urdido tú, o unidas, como me ha dado por juntarlas en mi magín, porque el humor es el mejor ungüento medicinal que una/o puede adquirir en el mercado, habiendo cerrado sus puertas la botica, la mejor (a)tutía.

Leer “Don Quijote” a una edad temprana, siendo uno un infante, sin entender lo que se lee, es contraproducente para el niño lector (al que imponerle su lectura puede frustrar hasta el extremo o punto de que llegue a odiar leer), para la novela (que encierra en sí misma los huevos de todas las novelas que se han trenzado tras ella y de las que puedan trenzarse) que se lee, pero no se comprende (entre otras muchas consideraciones u opiniones, un canto a la libertad), y para el autor de tan bellas como imperecederas páginas; ergo, sin ninguna duda, es una estupidez mayúscula, de órdago. Empero, pasar la vista por la misma, siendo uno un lector avezado, amén de ser uno de los divertimentos más hilarantes de que se ha tenido noticia, es una lección tras otra de empatía e integridad actitudinal.

No adviertas en las líneas que siguen una lisonja, alabanza o adulación de servidor, sino una opinión cabal: si los versos que hoy has dejado aquí, en nuestra bitácora, he leído y ahora comento no son los mejores que has escrito, están entre estos últimos, sin hesitación.

Te saluda, aprecia, agradece (el ingenio que tienes; harías bien en cultivarlo más; y una vez más los comentarios pasados, presentes y futuros) y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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