El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CLXXXI)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CLXXXI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Ciertamente, casi 75 años, que fueron los que vivió Sartre, dan para mucho, si uno ha sabido aprovecharlos, sacarles el máximo jugo o partido. Sin hesitación, al polígrafo francés le dio tiempo para llevar a cabo muchas tareas, que lo hicieron digno acreedor del prestigioso Premio Nobel de Literatura, que la Academia Sueca le concedió en 1964, y de rechazarlo con el argumento extraño (en mi modesta opinión, peregrino, porque he hecho varias veces el esfuerzo de entenderlo y en ninguna de las tales —tal vez, por inconcusa incapacidad propia— lo he logrado) de que la aceptación del mismo llevaría aparejada o tendría como lógico correlato la pérdida de su condición de filósofo.

Del Debate sobre el estado de la Nación, que esta vez no he visto por voluntad propia (tenían prioridad otros menesteres), he sacado, en claro, por los resúmenes que he visto entre ayer y hoy en los telediarios, estos cuatro titulares, que he compuesto a vuelapluma: que Rajoy estuvo más nervioso (hay quien sostiene que perdió los nervios) de lo normal, que Sánchez salió reforzado, que Celia Villalobos anduvo jugando con su tableta mientras presidía (es un decir) el debate y que el diputado de Compromís, Joan Baldoví, ha sufrido un desvanecimiento, que no miento, o vahído, mientras estaba en el uso de la palabra en la tribuna del Congreso de los Diputados.

Respeto que tú no quieras volver a citar a Jean-Paul Sartre, pero yo, para finar mi apostilla a tu escolio, sí lo haré, porque habrá quien crea que el epígrafe o exergo que una/o puede leer en “La Nausée” (La Náusea”), traducida por Aurora Bernárdez, es digno de Borges: “Me parece haber aprendido en los libros todo lo que sé de mi vida”.

Me gustaría tener más, pero sólo dispongo del tiempo suficiente para urdirte, grosso modo, a grandes rasgos, mi tesis al respecto. Otro día intentaré desarrollarla por extenso.

Mendrugos y tontos del haba siempre hubo, hay y habrá por doquier, mientras haya una sola persona viva en este u otro planeta. Hasta nosotros mismos, tú y yo, sí, también, hemos ejercido, fungiremos y seguramente, interpretaremos, y más de una vez, a la perfección el papel de tales. Reconocer nuestras necedades nos honró, honra y honrará.

Lo que me empujó a urdir la décima en cuestión fue constatar un hecho en concreto, que me repateó o molestó sobremanera. Entre los necios, tontos o zo(que)tes, que todos los seres humanos somos, todos, sin excepción, siempre hay alguno que quiere salvarse de la quema, y que, sin darse cuenta del hecho (que acaso lo deje en un principio satisfecho), consigue lo contrario de lo pretende, chamuscarse enteramente.

Por mor de ser más específico, agregaré que, reconociendo que mi argumento está en deuda con la evangélica lección de “por sus frutos (actos u obras) los conoceréis”, sostengo esta razón: a quien hasta hace unos días tenía por un excelente escritor le he advertido gestos que me llevan a colegir y concluir que deja mucho que desear como persona.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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