A LOS PROBOS FAJADORES
Desde el Siglo de Pericles, siempre hubo, como hoy hay, y siempre habrá intelectuales como la copa de un pino. Considero que fue uno de los tales el urdidor mexicano Octavio Paz, que dio una lección de honradez al renunciar a seguir fungiendo (no faltarán quienes me enmienden la plana y muden la “u” del gerundio por una “i”, o sea, prefieran “fingiendo”) de embajador en India en respuesta decente al crimen de Estado que se cometió en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
Los clásicos creadores
Son alfareros decentes
Que en cuencos mudan dementes
Actos, que luz o sudores
Dan o de estómago ardores.
Denuncian con diligencia
Toda horrorosa imprudencia.
El poder llama traidores
A estos probos fajadores
Cuya arma es su inteligencia.
Ángel Sáez García
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