El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CLVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CLVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Inauguro mis apostillas a tus escolios en el recién estrenado 2015 señalándote que acaso no has acertado y sí acercado el ocaso (la verdad es que ya ha anochecido, pronto, como corresponde) al llamarme “pitoniso”, voz que, como sabes, no incluye el DRAE, y sí contiene la primera usada aquí, en este parágrafo, por mí, “augur”. Como te consta, no insistiré en mi idea de que todo poeta porta o portea sobre los hombros a un profeta.

Ya perdonarás la extravagancia, pero sabes que me gusta mucho la novela que don Miguel de Unamuno y Jugo tituló “Amor y pedagogía” (1902) y no has olvidado lo que le aconseja o recomienda en la misma Avito Carrascal a su hijo Apolodoro: “—Extravaga, hijo mío, extravaga cuanto puedas, que más vale eso que vagar a secas”.

La procrastinación, moderna manera de llamar a esa mala costumbre que es dejar para mañana lo que, por pereza o no, no nos apetece hacer hoy, es la causa o el origen de muchos fiascos, sí, sin duda. Las macetas que contienen las flores del amor, el arte y la ciencia hay que cuidarlas con esmero y regarlas, siempre que sea posible, que no es ningún imposible, a diario.

Pues ha llegado la hora de que nos pongamos ambos, sin excusas, a llevar a feliz término una de nuestras labores o tareas inexcusables, que los males mengüen, sean menos, y los bienes sumen, sean más.

Creo que, tras haber recorrido (en mi caso, al menos) más de la mitad del curso de mi existencia, ya ha llegado el momento de que uno tome conciencia, sin falta, de qué me conviene, que mis propósitos sean realizables. Porque, hace muchos años, de cuantos estrenamos entonces nuestra mayoridad, fuimos muchos los que aspiramos a comernos el mundo. Bueno, pues todos, sin excepción, unos antes, otros después, todos, insisto, con el más o menos rápido o lento discurrir del tiempo, reparamos en un hecho similar, parecido, idéntico, que habíamos sido despedazados por las fauces y/o las garras del tal.

Ya sabes qué escribió Quevedo: “¿De qué sirve presumir, / rosal, de buen parecer, / si aun no acabas de nacer / cuando empiezas a morir?”.

Cultiva la infancia, cuida del niño que también acarreas, y envejecerás no como el cascarrabias, sino como lo hace el buen vino. Creo que de aquellos rebeldes que fuimos otrora solo quedan añicos, cenizas, polvo. En mi caso, como he tenido muy pocas experiencias sexuales a lo largo de mi vida, quedan, sobre todo, los recuerdos indelebles de algunos memorables polvos.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza quien echaba de menos tus comentarios,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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