El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CLI)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CLI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Como has colegido con tino, elegí a conciencia la fecha de su publicación.

Conocí a Silvia en mis últimas vacaciones estivales. Sin ninguna duda, fue la fémina más venusta de cuantas vi durante mis doce días tinerfeños. Admito que otra mujer pudiera igualarla en porte y gracia, pero a quien sostenga que aventajaba a Silvia le haré llegar mis razonadas y razonables discrepancias. Apenas crucé unas palabras con ella, pero fueron suficientes para percatarme de que su belleza externa guardaba correspondencia con su esbeltez interna. Mis ojos quedaron enamorados de su figura proporcionada y aún siguen prendados (gozan de una estupenda memoria) de sus variopintas prendas perfectas. Por tanto, a nadie (salvo a ella, tal vez, que enmudeció como una arrumbada lira) le extrañará que le urdiera y entregara en mano la espinela. Yo cumplí con mi parte y rol. Aquí queda y permanece la muestra.

A veces, parafraseando a Diane Arbus, cabe decir de un poema lo que ella decía de una fotografía, que “es un secreto sobre un secreto. Cuanto más te cuenta, menos sabes”.

Ciertamente, la realidad (material del que nos servimos quienes escribimos con regularidad) se puede embellecer, afear o dejar como está. Son tres opciones, pero, dentro de ellas, podemos hallar un abanico amplio o, si lo prefieres, una gama inmensa.

Recientemente, se han publicado en España varias novelas en las que la realidad ha venido a echarle una mano (pero no faltará la/el salaz o la/el sagaz que opine que lo que ha venido a echarle, en puridad, es un polvo o un pulso) a la ficción: “Como la sombra que se va”, de Muñoz Molina, “El impostor”, de Javier Cercas; “Pronto seremos felices”, de Ignacio Vidal-Folch;… Si no lo has leído, te recomiendo con especial encarecimiento, que no miento, que pases y poses tu vista con suma atención por el último número de Babelia, el suplemento literario de EL PAÍS, del pasado sábado. Podrás leer, verbigracia, qué argumenta Antonio Muñoz Molina al respecto: “La novela te da libertad de usar la realidad como tú quieres y una sola gota de ficción la convierte en ficción”.

La realidad es el aliento y el alimento de la ficción. No pretendo menoscabar la labor del investigador o sabueso, pero que este (o esta) haya identificado al modelo, dechado o arquetipo cervantino no hará que brinde por ello. Lo escribo como lo siento.

A mi esposa, la literatura, no le molesta ni mucho, ni poco, ni nada (de nada) que no use la mayúscula o versal con ella. Si no basta con que te lo asegure o asevere, cual notario o secretario judicial, te lo certifico.

Está claro, cristalino, que cada quien ve y valora los casos y las cosas según su perspectiva o punto de vista. Disiento de tu parecer. Si no lo hiciera, te estaría mintiendo. Ergo, insisto en la gravedad del yerro. Para mí no es ninguna nimiedad. Por cierto, el vocablo “nimio”, que, en latín, de donde procede, significa excesivo, por confusión fónica, acaso, con “mínimo”, ha venido a significar también todo lo contrario, insignificante.

Todos nos equivocamos, todos, sin excepción, pero, debemos hacer lo que aconsejaba Confucio: “quien comete un error y no lo corrige comete otro aún mayor”.

A ver si te convence mi argumento. Como el Premio Nobel es algo extraordinario (en Literatura solo lo han recibido un centenar de personas), fuera de lo normal, solo permitiremos que contravenga la norma, o sea, que escriba “Intelijencia, dame el nombre exacto (y aun esacto) de las cosas” a quien lo haya recibido. A mí dicho razonamiento, que no miento, me sirve.

Espera haber contribuido a eliminar todas tus dudas o las sombras de ellas quien te saluda, aprecia, agradece y abraza,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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