El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CXLVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CXLVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Pues ¡muchas felicidades! para Jesús M. junior, tu soltero, que el año que viene, Dios mediante, estrenará o llegará a su mayoridad.

Esa y no otra, evidentemente, era mi pretensión, que diese los impares brincos por sentirse contento de haber cumplido media centuria y, asimismo, de paso, debido a la rauda notoriedad que había adquirido, en tiempo récord, nuestro común hermano Eusebio como inesperado premio a su gesto generoso, que se ha visto, de manera generalizada, como una gesta por el grueso de los periodistas deportivos de la piel de toro puesta a secar.

Disiento de la lectura que haces, pero, dada tu habitual condición de empedernido coñón o zumbón, de socarrón inveterado, no me extraña la misma. Yo no deseo para mi hermano Jesús María, “el Chichas”, una sola salida posible, sino que Dios no le niegue nunca una salida, aunque esta sea estrecha, que no es lo mismo, amigo escogido, burlón redomado, tenaz.

Buenos alimentos, buena siesta y, si se tercia,…; y ya verás cómo el roce o trato con la luna no es inconveniente para coronar con éxito las tareas asignadas.

Allí, en Salamanca, podrían darnos detalles o pormenores, pelos y aun señales, del sujeto mentado en los medios, Marcial Sánchez González, porque el exprofesor de Química Orgánica, con diverso historial delictivo, lo fue de la Facultad de Farmacia de la susodicha Universidad salmantina.

Hay una paremia en el refranero español que viene a dar cuenta de cuanto en tu comentario denuncias y argumentas: Entre todos la mataron y ella sola se murió. Ella hace referencia a persona; así pues, sirve tanto para él como para ella.

Que ahora descanse en paz el occiso lo deduzco sin mayor esfuerzo y entiendo. Lo que no me cabe en la cabeza (ni propia ni ajena), lo que no comprendo (me pasa tres cuartos de lo mismo que a ti, pero reconozco que hoy tú has blandido el florete del sarcasmo mejor de lo que pudiera hacer yo) es que lo hagan quienes acaso no le empujaran, pero lo llevaron hasta el mismo borde del precipicio; y quien trenza esto, servidor, quiere decir hasta las mismas vías del tren que se lo llevó por delante o arrolló.

Tengo para mí que la voz “simpar” que usas, que significa o quiere decir impar o sin par y aún no ha sido admitida por el DRAE, tal vez lo sea pronto. Acaso sea más un hallazgo feliz que un clamoroso error. Si el DRAE ya admite la dicción “sinfín” (sin fin), con el sentido de “infinidad”; y habitualmente se echa mano en la prensa escrita del vocablo “simpapeles” (sin papeles), con el sentido de “emigrantes carentes de permiso legal de residencia y de trabajo”, aunque no lo recoja todavía el DRAE, ¿por qué razón debemos impedir que aflore tu “simpar”? No seré yo quien lo haga.

No solo tú, todos los seres humanos somos aprendices de un montón de materias. Solo quienes pecan de altivez/a se las dan de ser duchos en esto, eso o aquello. Dicho a (la pata) la llana, dime de qué te envaneces y te diré de qué adoleces o careces.

Te saluda, aprecia, agradece (sobre todo, las felicidades a mi hermano, “el Chichas”, y, en mutua correspondencia, te recuerda, de nuevo, las susodichas a tu junior) y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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