El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CXXXVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CXXXVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Si lees a propósito de Hades y/o el hades, te encontrarás con la dificultad que entraña hacer referencia a dicho término. En el Nuevo Testamento el mentado vocablo aparece mencionado once veces. Una definición aproximada de la susodicha voz puede ser: “morada de las almas de los muertos” (ergo, no necesariamente el infierno, como algunas/os creen).

Mejor dejarte helado (aunque tenga como causa un juego de palabras) que tibio. Como sabes, en el “Apocalipsis” de (¿san? —otro problema insoluble, me temo—) Juan (3, 14-16) se lee: “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice: Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.

Lo que pretendía decir con (y en) los diez versos de la espinela que has comentado es lo mismo que Albert Camus Sintes escribió en el prólogo a una edición norteamericana de “El extranjero”: “Mentir no es solo decir lo que no es. También y sobre todo significa decir más de lo que es, y, en lo que respecta al corazón humano, decir más de lo que se siente”.

Tras leer este escolio, espero que ni el hades ni mis palabras aclaratorias sobre el mismo te hayan dejado tibio, ni él de ser lo que es, un lugar inefable, a pesar de mis esfuerzos por explicártelo.

En la grata compañía de nuestra señera y señora madre, Iluminada, y mis hermanos Miguel Ángel (“el Chato”) y Eusebio (“el Sebios”), sentados en el vehículo que conducía el último, el menda acaba de bajar de Cabretón, a donde nos hemos desplazado para asistir a la misa de funeral y “ennichamiento” (que no miento) de nuestro sobrino y primo Carmelo.

Cada quien (o cada cual) es cada quien (o cada cual). Y como uno, aunque, en sentido estricto, es uno, pero, por razones que ignoro, contiene a varios, depende de quién hable (de la muchedumbre o pluralidad que aglutino —no sé si con mucho o poco tino— o aúno), opino esto, eso y/o aquello sobre esta, esa o aquella cuestión de fe. Puedo empezar diciendo que me gustaría tener la fe del carbonero y concluir mi tesis aduciendo que la fe del carbonero descanse en paz. Uno es como es, complejo y/o complicado (¡qué se le va a hacer!), pero, al menos, sabe que lo es.

Tu amigo, al decirte lo que te dijo, sostuvo una verdad como una seo (no como un aseo) de grande. Ahora bien, no faltará quien estime que lo mismo adujo Pero Grullo.

Celebro sobremanera tu esfuerzo (sería un mastuerzo, si no lo hiciera); ergo, ¡enhorabuena!; y agradezco mucho el elogio que contiene tu soneto, porque me consta (me suena y me huele a) que es sincero. Ya sabes que, de entre todas las críticas posibles, me quedo, a ojos cerrados, con las benévolas, que son, según criterio o parecer machadiano, las que desean, de modo ardiente, ver alcanzado, coronado o realizado el milagro de la belleza.

Coincido contigo. El poema también me ha gustado. Pero el mundo, con el avance de la técnica, ha devenido una “aldea global”, donde todo lo que influye es, a su vez, influido; y esto es una realidad que no se puede negar. Considero o tengo para mí que los versos que comento, y te agradezco un montón que me los hayas remitido, contienen la parte justa de chovinismo, xenofobia y mala leche para no molestar a quien los lea. Yo, al menos, no me he sentido molesto al leerlos.

Apoya tu moción quien te saluda, aprecia, agradece, abraza y, asimismo, se considera epígono tuyo,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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