El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CXXXIV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CXXXIV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

¿Algo? ¿Solo algo? Desde hace algún tiempo, un día sí y otro también, en España, además de ellas y ellos, tú y yo podemos comprobar cómo un nuevo caso de corrupción ha salido a relucir y ocupa las portadas, los editoriales y las páginas de opinión de los diversos periódicos.

Me temo que lo del “pequeño Nicolás” no es una mera anécdota; es una de las muchas acciones o facetas reprochables, protagonizadas por sinvergüenzas, que ha emergido o salido a la luz, de ese enorme iceberg o inmenso poliedro que es la corrupción en la piel de toro puesta a secar.

Hoy, ahora mismo, verbigracia, el fiel Marcelo podría iterarles a Horacio y a Hamlet (junior o hijo) la misma frase echando mano, al alimón, de la hipérbole y de la sinécdoque, esto es, cambiando la parte por el todo, y mudando el nombre de la nación: “Todo huele a podrido en Corruplandia, o sea, España”. Sé que generalizar acarrea injusticias, pero, por la razón que sea, no logro cepillarme o deshacerme de la impresión o sensación refractaria que sigue, que defiende o sostiene que, como regla general, salvo las lógicas excepciones de rigor, aquí el grueso (los casos son abrumadores), la mayor parte, de los que han tocado poder (fueran ellos o ellas), en muchas o en pocas ocasiones, ha ido más allá de lo que era ético, estético y legal.

A ver si el inexcusable cambio de las leyes consigue, como corolario, que escaseen o mengüen sobremanera los comportamientos reprobables de los delincuentes. ¡Cuánto trabajo les aguarda a los jueces!

Desde que el mundo es (in)mundo, así es, “unos cardan la lana y otros se llevan la fama”, unos hacen el trabajo sucio y no tienen ni tiempo para enjugar sus sudores y otros reciben los honores, unos ponen a todo lo que hacen su anónimo nombre y otros logran el renombre.

La décima está dedicada a los Médicos Sin Fronteras anónimos (ellas y ellos), o sea, a los que hacen lo que hacen porque les sale del alma hacerlo, por humanidad (compasión, empatía, simpatía, solidaridad,…), sin que quede constancia de lo que hacen, o, si lo prefieres, a los que hacen sin pretender figurar. Acaso convenga recordar aquí la definición que dio hace la tira (espoleado por la curiosidad, me he tenido que retrotraer al domingo, 15 de junio de 2008, para hallarla —harías bien en comprobar que así es—, en la décima que urdió servidor y lleva el título de “Domingo, día del héroe”) mi heterónimo Emilio González, “Metomentodo”, que me sirvió de cita o epígrafe: “Tengo para mí que el vocablo ‘héroe’ sólo lo merece y prestigia quien está dispuesto a donar su sangre (y hasta su propia vida) anónimamente, quiero decir, quien, antes de llevar a cabo dicha proeza, se cerciora de que nadie predicará su nombre ni aireará su hazaña”.

Como dejó escrito y dijo Marcelino Menéndez y Pelayo, “la verdad, aun siendo la misma en el fondo, se diversifica de mil maneras” (algunas o varias contradictorias, cabría agregar para completar o complementar su definición).

Cuánta razón tenía el religioso camilo Pedro María Piérola García cuando llevaba a su boca el retruécano de marras, la paremia que has traído a colación para abonar y/o ratificar tu tesis: “No son todos los que están, ni están todos los que son”.

Pues, como uno es amigo tuyo, pero es más amigo de la verdad, me veo obligado a corregirte y declarar que estás equivocado. Yo no he sido, ni soy un héroe. Tengo un montón de defectos. Ahí va uno. Hasta ahora, que, como sabes, llevo a cabo a diario una tarea llevadera en beneficio de la persona que más quiero de este mundo, me sigo quejando.

Como te he dado uno de mis defectos, te brindaré también una de mis virtudes: todos los días me esfuerzo en ser mejor persona y, como consecuencia lógica, mejor escritor.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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