El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CXXVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CXXVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

En tu comentario vienes a decir o recoger, poco más o menos, lo que aconsejaba quien durante dos años, de 1863 a 1865, fungió de Visitadora de Cárceles de Mujeres, Concepción Arenal: “Odia el delito y compadece al delincuente”. La pena es que quienes delinquieron (fueran o no juzgados por ello, pagaran con pena de prisión o no por ello) se olvidaron su empatía en un baúl que cerraron con doble llave, porque no se pusieron nunca en la piel de cuantos fueron abusados por ellos.

A saber lo que hará Dios, si es que existe (a veces, tengo la impresión refractaria de que, de tan mayor que está, se ha quedado ciego y sordo) y no es otra patraña pergeñada (recientemente, he leído en un artículo —“Ficciones convenientes”— de Antonio Muñoz Molina en Babelia, el sabatino suplemento cultural de EL PAÍS, la tesis que sostiene en “Sapiens” su autor, Yuval Noah Harari, para quien el quid de que el Homo sapiens superara a las demás especies —incluidos los otros homínidos— no fue ni el tamaño de su cerebro, ni el uso del lenguaje, ni el hecho de razonar, sino el cultivo de las ficciones) por el ser humano.

¡Cuánto aprendimos otrora tú, yo y otros muchos, siendo adolescentes (tantos que, sumando una quinta a otra, acabaremos perdiendo la cuenta), de tu tocayo, uno de los sabios de (a mí, al menos, me consta que fueron varios los alumbrados allí) Ázqueta!

A mí, empero, aunque me corrigió en diversas ocasiones (todas ellas con motivo o razón) nunca (que yo recuerde ahora) me levantó la voz. Quienes suelen hacerlo tal vez ignoran que hay otras formas (mejores herramientas, sin duda) más educativas que la mentada (y usó contigo). Quizá le tocó la piel (aún recuerdo cuánto me llamaba la atención que hiciera referencia a los dolores que tenía de algunas partes —el dedo gordo, verbigracia— de su pierna amputada, lo que hoy se conoce como el síndrome del miembro fantasma) tu comentario.

Tengo para mí que uno puede saber, a ciencia cierta, dónde comenzó la lección de un buen profesor, pero es incapaz de pronosticar dónde terminará la misma.

Abundo contigo en el argumento que aduces de que todos tenemos algunas limitaciones. Te lo certifica servidor, a quien, como sabes, un tribunal médico, tras padecer ene intervenciones quirúrgicas (porto, de manera definitiva, una bolsa de ileostomía), le concedió una incapacidad laboral permanente (en el grado de absoluta).

Sin embargo, como contrapartida y, asimismo, como regla general, a todos los seres humanos nos fueron dados al nacer dones. Nuestra obligación es sacarles partido, desarrollar al máximo, usando el sistemático DES (dedicación, esfuerzo y sacrificio), esas cualidades especiales.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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