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Ángel Sáez García

Carta abierta a don José Antonio Monago Terraza

CARTA ABIERTA A DON JOSÉ ANTONIO MONAGO TERRAZA

Don José Antonio Monago Terraza, presidente de la Junta de Extremadura:

Ayer, por la mañana, en la rueda de prensa que dio y seguí con suma atención en directo por el canal 24h de TVE, usted defendió su probidad, honradez y austeridad, mostrando documentos que acreditaban bien, a las claras, que, durante 19 meses (según usted —a mí solo me salían 18—, pero este dato es baladí), del 3 mayo de 2009 al 4 de noviembre de 2010, realizó 16 viajes a Canarias, no 32, por motivos de trabajo, que fueron cargados al Senado; y 22 de carácter privado —no todos tuvieron como destino las proverbiales islas afortunadas—, que pagó con su tarjeta Visa. Asimismo, aseguró que los documentos que verificaban el carácter de los mentados viajes los había puesto en manos de sus abogados para que procedieran a llevar a cabo las acciones legales que consideraran conformes a derecho.

Sin ánimo de molestar, le (ur)diré que tuve la impresión de que usted se fue creciendo conforme transcurría la citada rueda, hasta llegar, cuando dio cuenta de sus frutos o hechos, a rayar la altivez/a, o sea, que comenzó mesurado, pero, quizá, motivado por los malos momentos vividos, además de por usted, por su familia, para promediar o compensar (en verdad, tanto su autoestima como la de los suyos recibieron varapalos de lo lindo), se echó alguna flor de más.

Yo, que suelo leer varios diarios digitales y cuantos periódicos de papel puedo, y me considero amigo de Platón, pero más amigo soy aún de la verdad, reconozco que no sé, a ciencia cierta, cuál es la completa y total certeza de lo que ha dado en llamarse el affaire “Monago”, y, como soy consciente de que, tras tener noticia de tantos casos de corrupción, ciertamente, la presunción de inocencia ha devenido aquí, en España, en presunción de culpabilidad, y, tal vez, yo haya contribuido con mis urdiduras (o “urdiblandas”) a ello, en el supuesto de que me haya pasado varios pueblos (que es la sensación refractaria que ahora tengo, por haber dado por cierto todo lo que había trascendido a los medios) a la hora de urdir las líneas que he trenzado al respecto, sobre el caso, le pido, contrito, perdón.

Recientemente (ayer entregué el libro dejado en préstamo en la biblioteca pública de Tudela), he leído (en un ejemplar de la colección Clásicos Castellanos de la Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1941) las “Exequias de la lengua castellana”, uno de los textos más complejos (para lectores avezados, empedernidos) que, a lo largo y a lo ancho de mi más que mediada existencia, me he llevado a los ojos, la sátira menipea que, como sabe, trenzó un paisano suyo, el emeritense Juan Pablo Forner y Segarra Piquer y Zaragoza (1756-1797), uno de los mayores y mejores polemistas, sin duda, que ha hado nuestro país, y la obra maestra del emeritense, según el criterio de don Marcelino Menéndez Pelayo. Bueno, pues, en la introducción, que firma don Pedro Sáinz Rodríguez, este recoge unas líneas de la carta que el autor extremeño escribió y remitió a uno de sus amigos, que, por la razón que fuera, había dejado de serlo, el sacerdote y poeta José Iglesias de la Casa (1748-1791), con el propósito de retomar la amistad perdida:

“Si deseas, como es justo, que te tenga por hombre de buen juicio, no rehusarás renovar nuestra amistad, cuando el mismo que erradamente la rompió vuelve a ella. A mí se me hace no poco dificultoso dar satisfacciones; mas hago esto ahora para que veas, sobre el conocimiento que tienes de mí, cuán fácilmente me allego a la verdad siempre que la conozco”.

Como usted manifestó ayer en su comparecencia que no era rencoroso, ni tenía ánimo de venganza, tomo las líneas fornerianas citadas arriba como modelo a seguir y me dispongo a cantar la palinodia de la guisa que sigue:

Si quiere, como es cabal, que siga considerándole un hombre hecho y derecho, no rechazará reanudar nuestra relación cívica, respetuosa, tolerante, cuando el mismo que equivocadamente la quebró vuelve contrito a ella. Reconozco que, a veces, me comporto como un criticón. Ahora bien, siempre que alguien me ha hecho ver que he sido torticero en mi censura, no me ha costado ningún esfuerzo, nada de nada, decantarme por la retractación. Usted, por ejemplo, si lee esto, podrá comprobar de manera fehaciente lo apodíctico, qué buenas migas acostumbro a hacer con la verdad siempre que me topo con ella.

Iterando de nuevo sus disculpas y deseándole lo mejor, se despide

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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