El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Bienhallada es la que has acertado en llamar “fórmula antiséptica”, que no puedo refutar, porque es meridianamente inobjetable.

La sarta de patrañas (que contiene, verbigracia, “El patrañuelo”, 1567, de Juan de Timoneda, llamado así, según una arana, que era prima —o— hermana de una de las mentiras contenida en otro pañuelo, porque era el que iba al timón, no al que le tocó el gobernalle por haber escogido la cara o la cruz de una moneda), la suma de las tales, puede gustar (te consta, que sobre gustos se escribió, escribe y escribirá mucho; ergo, se entiende la ironía de que “no hay nada escrito”) al que las lee o escucha mucho, infinitamente más que la verdad, pero no deja de ser lo que es, un rosario de embelecos. La verdad es la verdad, dígala quien la diga, el monarca o uno de sus arqueros.

Como eres un experto en mis urdiduras, es normal lo que acabo de comprobar o constatar, que te ha costado poco dar de lleno en el blanco o centro de la diana. Y ver en mi texto lo que convenía y/o había que ver, que Sol Doce, nombre y apellido supuestos de mi apócrifa esposa, se había metamorfoseado, por arte de birlibirloque, en la festiva y descontrolada noche de fin de año, que nunca he vivido en el kilómetro cero, la madrileña puerta de Sol, cornucopia de mil historias (entre las que no faltarán las que tengan que ver con cuernos).

Tengo para mí que, si has seguido la recomendación que te hice otrora de traducir una docena o decena de líneas durante varios días, habrás adquirido lo que consideraba conditio sine qua non para aprobar, la práctica necesaria para salir airoso del brete. La clave de una buena traducción estaba (y sigue estando y estará, mientras al mundo se le llame mundo), según te argumentaba entonces, en usar convenientemente, quiero decir, con cierta soltura, el diccionario.

Que hagamos mañana lo que sea, exámenes o no, no nos olvidemos nunca del “ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix” (“ruega por nosotros, Santa Madre de Dios”).

Audaces Fortuna iuvat” (“La Fortuna ayuda a los valientes”) escribió en la “Eneida”, Virgilio. Si no te sirve la frase anterior, prueba con esta otra del mismo autor, que tomó prestada, a su vez, de los griegos: “Possunt quia posse videntur” (“Pueden porque creen que pueden”).

Te saluda, aprecia y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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