El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Carta ecológica para mi hermana (Isabel) y para quien quiera leerla

CARTA ECOLÓGICA PARA MI HERMANA (ISABEL) Y PARA QUIEN QUIERA LEERLA

POR JESÚS MANUEL PÉREZ SÁEZ

Querida hermana:

Ya sabes cómo me gusta el jamón, el chorizo, el bacón (panceta de toda la vida) y hasta los andares de esos que tienen tantos nombres (cerdos, guarros, marranos, cochinos, puercos, lechones…). Ayer, mi adorada y querida esposa quiso compartir un video de animales y tuve ocasión de verlo. Me he dado cuenta de que tú también lo has visto, al leer tu comentario: “Estos de capital… que piensan que a los cerditos se les tapa con una sabanita por la noche…”. Sólo me ha faltado verte la cara de “enfadada”, para darme cuenta de que te estaba saliendo la Blasa que llevas dentro…

Me consta que tú no maltratas a los animales y que siempre los has querido mucho. ¿Te acuerdas el día que subiste a casa con tres pollitos de colores, que te habían dado en la feria? ¿Recuerdas cómo estuvieron alguna semana en la cocina, en una caja de cartón, al calor de la cocinilla? ¿Te acuerdas de esos polluelos de malviz que, en fila india, varias veces en el mismo día, iban por las manadas de alfalfa en San Martín? Y qué decir de los perros… Siempre te han ladrado más a ti que a mí. ¡Menuda envidia! ¿Y los corderos? Esos a los que les ponías nombre y corrías detrás de ellos cuando íbamos a subirles agua al corral de La Regadera. No me olvidaré jamás del ruiseñor naranja que compraste en Logroño con tu primer jornal, y que vivía en su jaula dorada. Cuando aprendió a cantar, terminó sus días en esta tierra.

No quiero olvidarme tampoco de cuando, hace cerca de 40 años, los chavales corrían por el pueblo con palos, detrás de dos perros “enguinchados” (seguro que entiendes lo que significa, igual que los que somos de Cornago) y cuáles eran las pretensiones de los inocentes chavalitos… O de aquella vez que fuimos a capar al burro a la era, con seis o siete ayudantes, unas tenazas y el veterinario. O de cuando había que descolar a las corderas, para que no se les enredase la cola en las aliagas. O aquella vez (en realidad fue más de una), cuando nuestros padres mataban el mejor cordero para las fiestas (¡los lloros que nos costaron!). O tantas veces, en las que en el mes de enero (que era cuando no había moscas), las calles estaban llenas de bancos para sacrificar (entre familiares, vecinos y amigos) al que daba origen a nuestras meriendas.

Hace unos meses, me mandaba Cecilia unas fotos de unos simpáticos lechoncitos, con pintas blancas y negras. Eran vuestros, y sólo les faltaba en esa foto oler a colonia. Volviendo al video de marras, ¿lo has visto hasta el final?, ¿en ningún momento —aunque no seas de capital— has tenido compasión de esos animales?

Voy a terminar mi carta (para no cansarte ni cansar a nadie), añadiendo que no me interesa el toro lanceado de la Vega, que no me divierte esa tradición de tirar a la cabra del campanario y que paso olímpicamente de las peleas de gallos. Sabes bien que puedo pasar perfectamente sin los toros, sin el fútbol y que: no sabría pasar ni un minuto sin la música.

Recibe una morcilla llena de abrazos de tu hermano, que desde la “capi”, sabe bien que los jamones no salen de la corola de las flores. Y también una ristra de besos (uno tras otro), de tu cuñada del alma y de tu sobrino, el soltero.

Jesús Manuel Pérez Sáez

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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