El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (C)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (C)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Ahí van mis respuestas a tus seis preguntas:

1.- Todos los seres humanos, todos, sin excepción, somos unos incultos, o, si lo prefieres, unos grandes ignorantes. Unos no sabemos ni esto ni eso y otros no sabemos aquello. Algunos sabemos tan poco que haríamos bien en plagiar a Sócrates y reconocer, como él, que no sabemos nada, pero nada de nada. No creo estar capacitado para responder a tu primera cuestión, por la sencilla razón de que, si algo aprendí otrora de Aristóteles (verbigracia, la distinción entre el ser en acto, la entelequia, y el ser en potencia; y algunas, pocas, facetas de ese poliedro que es su “Ética nicomáquea” o “Ética a Nicómaco”), salvo que es cantante, lo desconozco todo sobre Lady Gaga.

Como dejó escrito en letras de molde Howard Phillips Lovecraft, “a mi parecer, no hay nada más misericordioso en el mundo que la incapacidad del cerebro humano de correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de mares negros e infinitos, pero no fue concebido que debiéramos llegar muy lejos. Hasta el momento las ciencias, cada una orientada en su propia dirección, nos han causado poco daño; pero algún día la reconstrucción de conocimientos dispersos nos dará a conocer tan terribles panorámicas de la realidad, y lo terrorífico del lugar que ocupamos en ella, que sólo podremos enloquecer como consecuencia de tal revelación, o huir de la mortífera luz hacia la paz y seguridad de una nueva era de tinieblas”.

2.- Tal vez, porque aún es vehículo de mucho conocimiento, de inmarcesible cultura.

3.- El sábado pasado, en la página 37 del suplemento ES de La vanguardia (en la sección de —o bajo el marbete— Crear), leí el artículo de José Antonio Marina, titulado “Los apólogos”. Al final del primer párrafo, Marina escribe: De Mello explica el interés didáctico del apólogo con otro apólogo: “En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su maestro: ‘Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado’. El maestro le replicó: ‘¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?’”. Puede que el maestro del apólogo precedente fuera uno de los por ti mentados, que “cuanto más habla, menos yerra”.

4.- Aunque tú y yo lo ignoremos, hay a quienes les consta que se están inventado, si no cada día, sí cada cierto tiempo, nuevas composiciones poliestróficas, estrofas y versos posibles, por ejemplo, a los inventores de las y los tales.

5.- Busco autoridades (mutatis mutandis, como hizo la RAE, entre 1726 y 1739, con su “Diccionario de Autoridades”) que sirvan de contrafuertes o pilares a mis asertos. Me pasa lo que a otros poetas (aunque yo solo sea un aprendiz de ruiseñor), a saber: Fernando Pessoa, Antonio Machado o Walt Whitman, quien en “Hojas de hierba” escribe: “¿Que me contradigo? / Pues sí, me contradigo. Y ¿qué? / (Soy inmenso, contengo multitudes)”.

Plagiando voluntariamente a don José Ortega y Gasset (en “Meditaciones del Quijote”, 1914), argüiré lo que él: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Mi circunstancia es mi conjunto de yoes.

6.- Soy consciente de que no cumplo en todos los casos con tu mandato de definir con una sola palabra tus conceptos (realidades o sentimientos, según tu denominación) pero, con todo, ahí van mis definiciones:

—Mis décimas siempre dicen (eso intento, al menos, que digan) más de lo que dicen.

—Profecía.

—Mejorable.

—Humano.

—Depende de los ojos que la (ad)miran.

—Su circunstancia (por no contradecirme con lo dicho antes). Son los autores que ha leído y de los que ha aprendido. Y los lectores que interpretan lo que dicen sus textos.

—Sueños que convertir en realidad.

Espera y desea que te sirva alguno de los contenidos de las respuestas que te ha dado quien aprovecha la ocasión para darte las gracias por haberle brindado medio hecha su epístola centenaria, el mismo que, como de costumbre, te saluda, aprecia y abraza,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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