El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (XCIX)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (XCIX)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Trenzaré que es un diálogo entre dos, un sabio innominado, y su discípulo, Ernesto. No recuerdo con exactitud qué quería decir cuando lo urdí. Pero me pongo (y no opongo) en un momento a ello, desenredarlo.

La frase “la certeza es la ruina” se adjudica a uno de los Siete Sabios de la Hélade (no recuerdo ahora a cuál —ya sabes que entre los autores que sobre el asunto han escrito había irreconciliables desacuerdos o discrepancias— de ellos). “Quien consigue el fin frustra el resto” es una frase prima carnal o hermana de la mentada, que viene a decir tres cuartos de lo mismo. Cualquiera de las dos citas o te hace rico o te arruina, o entristece o alegra, le dice el docente a su, amén de discente y epígono, supuesto amigo o confidente, Ernesto (ya sabes qué importancia tenía para quien tituló de esa guisa una de sus obras, Oscar Wilde, que alguien se llamara así). Repara en que pone en los mismos planos hacer rico y entristecer y arruinar y alegrar, que, en principio, no cuadran, pero luego, acaso, dependiendo de las circunstancias, sí. Hay a quien le ha arruinado la vida tener un inopinado golpe de suerte, pasar de pobre a multimillonario en un santiamén. La mimbre que fina el cesto hace referencia a la que lo corona.

El sabio, Dios, tal vez, que sabe de qué pie cojea su discípulo, disculpa los sapos y culebras que han salido por la boca de su alumno aventajado en su contra, porque no eran producto de su deseo ni de su intención, sino de su frustración y, quizá, también, de su desesperación.

Ergo, Dios (que, al ser Amor, no puede dejar de amar) no toma en consideración la suciedad de la boca su discípulo, sino la limpieza de su corazón, premiándolo con la certidumbre de la ruina y/o con el principio de otro fin, el propósito de llevar a cabo otro sueño.

Cada vez que alguien nos deja, sea por la razón que sea, me suelen venir a la mente, de manera indefectible, unas líneas que urdió el poeta metafísico inglés John Donne, estas: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

Espera haberte ayudado a desentrañar el poema quien te saluda, aprecia y abraza,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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