El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (XCI)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (XCI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

A veces, considerando o teniendo en cuenta las muchas lecturas complejas y completas que haces de mis urdiduras o “urdiblandas”, colijo que entre nosotros (lector y autor, y viceversa) existe la misma relación, o parecida, a la que advierto y mantengo con mi señera y señora madre, Iluminada. Porque lo cierto es que tres cuartos de lo que me acaece contigo, me pasa, asimismo, con ella. Intuyo con claridad meridiana cómo mi progenitora va a comportarse, en esta, en esa o en aquella situación, o sea, sospecho hasta tal punto por dónde (me) va a salir, que con frecuencia le comento que la conozco tanto que parece que soy yo quien la parió, y no al revés.

Para que no se marchite, una/o tiene que regar todos los días la flor del amor. Hay que amar a la amada (al amado) como si hoy fuera la primera vez, como si mañana ya no fuera a salir más el sol

Como sé que ahora sí te fijas en la información que suministro sobre mis textos en la parte superior de la página de nuestro blog, en donde doy breve noticia de dónde los archivo, no me extraña que hayas colegido lo oportuno, que nunca tuve a ninguna profesora con ese nombre. Ahora bien, sí que tuve profesoras que llevaban incorporadas a sí mismas sus respectivos chelos, o sea, unos esculturales cuerpos.

Con el nombre femenino (mutatis mutandis, me ocurrió algo parecido antes con la gracia de Belén, que elegí para aunar a todas las mujeres que he amado, amo y amaré a lo largo de mi vida) de Consuelo (o su hipocorístico, “Chelo”) pretendía agrupar a todas las personas (masculinas y femeninas) que han significado, significan y van a significar algo para mí, de las que he aprendido, aprendo y aprenderé algo que no olvidaré (salvo que medie el alzhéimer) mientras viva.

Así es, como aduces y urdió, otrora, verbigracia, Quevedo: “¿De qué sirve presumir, / rosal, de buen parecer, / si aun no acabas de nacer / cuando empiezas a morir?”.

Es mi deseo y mi esperanza que le des al cirujano las dos orejas (sin tener que deshacerte tú de ellas, claro) por su faena.

Siempre me gusta leer tus comentarios a mis textos, siempre; pero reconozco que, cuando echas mano del abanico del humor y utilizas diversas varillas o variantes del mismo, como has hecho hoy, me agrada aún más.

Ciertamente, el vocablo “ludibrio” no es de uso cotidiano, pero lo importante es que tú ya sabes cuál es su significado. En la misma situación se halla el término que sacas a relucir, “deprecación”, primo hermano del que leerás, dentro de unos días, el Domingo de Pascua o Resurrección (bueno; sensu stricto, tú ya lo has leído en tu dirección de correo con antelación), aquí, “impetración”. Imagínate que mañana participas en el concurso televisivo de “Pasapalabra” y es la respuesta que te hace ganar el millón y pico de euros de premio. ¡Sería la caraba! ¿No? ¡La repanocha! Pues eso.

Procuraré cocinar lo que vaya a comer y compartir con mi señera y señora madre, Iluminada, con cariño, que es la contracción de dos palabras preciosas, caricia y niño.

Te saluda, aprecia y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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