Por qué los viejos y los enfermos piden la eutanasia

Magdalena del Amo.
Magdalena del Amo.

Estamos preocupados, tanto por los políticos impulsores de la eutanasia como por una sociedad, a la que parece darle igual ocho que ochenta, con tan poco criterio que basta un ligero bombardeo desde los programas “educadores” de la tele para que la opinión de miles de personas se vea domeñada al instante. ¡Los “sabios” del sistema mueven conciencias! Son los maestros ciruela que no saben leer y ponen escuela. Porque, en realidad, muy pocos están capacitados para hablar de la eutanasia, como no sea dar una opinión, más o menos acertada, pero, en cualquier caso, personal y subjetiva. Me refiero incluso a gran parte de la clase médica, porque solo conocen la eutanasia a través de los números, de las estadísticas, pero desconocen el sentimiento de los médicos que la practican y su malestar tras años de aplicar inyecciones letales. Muchos de estos profesionales han declarado sentirse sucios e indignos, aparte de padecer depresiones crónicas. Una sociedad moderna y avanzada no debería eliminar a los viejos o enfermos que desean morir, sino poner el remedio para que esto no suceda. Morir dignamente es vivir con dignidad los últimos momentos, sin dolor, pero sin que ningún ejecutor de bata blanca nos dé la puntilla.

En la aceptación y petición de la eutanasia subyacen varias causas. La primera es la ausencia de fe, y no me estoy refiriendo a la fe en un más allá concreto, lo cual no es privativo de ninguna religión, sino a la pervivencia del alma, a qué ocurre después de dejar el cuerpo físico. Una persona que no se siente poseedora de un alma inmortal es un pobre huérfano que solo puede en un desierto. Si cuando la persona envejece, el único activo es el pellejo colgante y el cerebro deteriorado, no es de extrañar que pida la eutanasia o se suicide ella misma ante la falta de expectativas. En cambio, la persona consciente de que su parte inmortal continúa, quiere vivir los últimos momentos preparándose para la gran fiesta de la trascendencia. Yo lo llamo “burocracia celestial”.

El enfermo puede pedir la eutanasia porque se encuentra en una situación psicológica vulnerable, o porque desconoce los principios morales que ello implica, máxime si quienes le rodean ejercen presión sobre él a favor de la eutanasia o el suicidio asistido. El dolor intenso también puede provocar que el enfermo desee morir. Pero, en la actualidad, con el avance en cuidados paliativos, no deberían darse estas situaciones. Nadie tiene por qué pasar dolor Otra cosa distinta es el sufrimiento. Muchos enfermos piden la eutanasia porque no se sienten queridos; porque sienten que son algo gravoso para sus familiares; porque perciben –y a veces oyen—que estos están esperando el fin de una situación a la que tienen que dedicarle parte de su tiempo.

CUANDO SE TRATA LA DEPRESIÓN Y EL DOLOR, DESAPARECE EL DESEO DE MORIR

La depresión clínica es, generalmente, una disfunción bioquímica. Si se trata la depresión y se aplican los cuidados paliativos, se le quitan al enfermo las ganas de morir. A la doctora Johanna Groen-Prakken, psicoanalista y defensora de la eutanasia, miembro de la Sociedad Holandesa por la Eutanasia Voluntaria (NVVE, por sus siglas en holandés), le preocupa que muchos médicos no sepan la relación directa entre el deseo de morir y la depresión, y los cambios que puede experimentar el paciente tras un tratamiento adecuado. Cuenta la doctora que su tío, tras haberle sido diagnosticado un cáncer de colon cayó en una gran depresión, dejó de comer y le pidió que le asistiera en el suicidio. Ella le dijo que siempre estaba a tiempo de suicidarse pero que primero debía cambiar el estado de ánimo. Le prescribieron un tratamiento y lo trasladaron a un lugar más agradable. Cuando lo visitó al poco tiempo lo encontró fumándose un puro y ya había abandonado la intención de suicidarse. A los dos años tuvo metástasis, pero no sólo no quería suicidarse, sino que le preocupaba que le aplicasen la eutanasia involuntaria. Esta doctora se muestra preocupada por la poca sensibilidad que muestran los médicos a la hora de intuir el miedo de los pacientes a que les quiten la vida o aceleren la muerte. Considera un peligro la alegría con la que muchos facultativos jóvenes ayudan a la gente a morir. Ella considera que el protocolo debería contemplar la consulta por parte del médico a dos expertos con al menos veinticinco años de experiencia médica.

Los colectivos y políticos que defienden la eutanasia no se mueven por un deseo humanitario de solidaridad, como expresan, sino por la carga que representan para la sociedad los que no contribuyen. Estamos hablando, en definitiva, de una cuestión económica y utilitarista. Y los más perjudicados son aquellos que requieren tratamientos caros y atención continuada, desahuciados y los que no tienen a nadie que vele por ellos. Seguiremos hablando sobre esto.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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