El gobierno de España, la concreción de la ilegitimidad

Los periodistas, aparte de dar información y hacer análisis, también nos ponemos tristes, y tenemos derecho a manifestarlo. ¡Y, ciertamente, yo lo estoy, porque siento que todo está en ebullición, a punto de estallar. Hace un tiempo, no mucho, seis meses quizá, creía que en España nunca viviríamos una situación de desamparo político e institucional como la que estamos sufriendo desde el día fatídico en que Mariano Rajoy se obstinó en no dimitir y condenarnos a esta plaga inmunda peor que cualquiera de las bíblicas. Aunque aquel asalto de Pedro Sánchez a la presidencia fue un golpe, como la moción de censura se decía que era constructiva, con el fin de convocar elecciones, dentro de lo malo, podíamos presagiar tiempos mejores, porque, a decir verdad, con el marianismo –con o sin chantaje villarejil— estábamos en un callejón sin salida y así no podíamos seguir. Pero pronto descubrimos que todo había sido un ardid, y ¡de convocar elecciones, nada!; esa era, entre otras, una de las promesas a los golpistas y filoetarras, a quienes no interesa un adelanto. Veremos a ver si las convocan en 2020. Capaces son de sacarse un decreto de la manga, dado lo aventajados que son en la disciplina bolivariana Chavez/Maduro, que una vez en el trono, no se van ni con agua caliente. En eso sí merecen todos “Cum laude”.

Cuando Podemos irrumpió en el panorama político nacional con sus modales comunistas al estilo cubano/venezolano, con su Iglesias y su Monedero, defendiendo a ETA y pidiendo para España la abolición de la propiedad privada, la eliminación de los medios de comunicación privados y ese populismo vomitivo de amor a las clases más necesitadas, todo ello trufado de ese feminismo irracional de cero en antropología y en sentido común, yo estaba convencida de que en España nunca se podría dar una situación como la de Venezuela. Y razonaba que esto nunca podría ocurrir aquí, porque estamos en Europa y Europa nos protegería del enemigo. En estos momentos no doy un duro por Europa, no porque me haya declarado euroescéptica, no. Es que, a estas alturas, después de este año de golpistas paseándose por la Europa de mi esperanza, viendo el trato de sus tribunales a los nuestros y comprobando lo poco que les puede importar nuestro bienestar o pérdida de libertades, soy una total desencantada. En Europa solo importa nuestro déficit, que cumplamos aunque sea a costa de sacarnos la sangre y confinar nuestras ideas en las jaulas comunistas. ¿Quién es Europa sino un grupo de burócratas y tecnócratas que reniegan de sus orígenes y que viven de lo lindo a cuenta del contribuyente, pactando con los lobistas, leyes, muchas de ellas atentatorias contra los ciudadanos? Europa no hará nada por nosotros, y ni falta que hace si sabemos reaccionar a tiempo y echar a golpe de voto a estos okupas que nos están quitando el sueño y la paz, mientras encuentran la manera de quitarnos la libertad y el pan.

No tengo ni idea cómo puede evolucionar esta situación surrealista que estamos viviendo. El despropósito supera a cualquiera de las versiones de Torrente. Es de no creerse: un presidente que llega como llega, mintiendo y pactando la excarcelación de golpistas, que se lucra de un título de doctor, que obtiene mediante una tesis que varios negros plagian, que ni él ni el tribunal leen, y de la que no quiere ni oír hablar ni dar explicaciones. Un presidente que conforma un gobierno de supuestas estrellas, pero que ninguna tiene luz propia, y sí muchas sombras: un ministro que tuvo que dimitir a los dos días por problemas con Hacienda (Maxim Huerta); una ministra que también tuvo que dimitir porque plagió su trabajo de fin de máster (Montón); otro ministro que crea una empresa pantalla para evadir impuestos (Duque el astronauta); otro ministro, conocido por sus chanchullos económicos, al que acaban de sancionar por hacer uso de información privilegiada (Borrell); otra ministra, que mintió en su declaración de bienes y cada día le descubren una propiedad nueva (Celaá); y, por último –el caso más grave—, una ministra, la de Justicia, puesta a dedo por el juez condenado por prevaricación, Garzón –ponerlo a él era demasiado cante— para presionar a fiscales y jueces en favor de los golpistas. Ministra que, según consta en las cintas de Villarejo, le garantizó al expolicía el éxito asegurado cuando montó el prostíbulo para obtener información “vaginal” y chantajear a los personajes de alto standing que se rendían ante los encantos de las chorbitas. Todo esto ya lo publiqué y lo escribieron otros muchos articulistas, pero conviene tenerlo presente y no olvidarlo. ¡Porque es muy fuerte! ¡Cómo es posible que estemos viviendo esta pesadilla! Nunca creí que en España pudiera ocurrir esto. Vivimos en un estado de ilegitimidad total, de total indefensión. El gobierno y sus socios se han acostumbrado a no comparecer, a no responder a los periodistas, y, si lo hacen, a salirse por los cerros de Úbeda y, sobretodo, a mentir, pero mentir sin disimulo y con prepotencia. Ya casi ni siquiera necesitan a Franco como cortina de humo. Pero nada de esto iría adelante sin la colaboración de la prensa corrupta, es decir, casi toda, excepto honrosas excepciones. No sé hasta qué punto el ciudadano de a pie y votante se está enterando de la realidad, pero lo que está ocurriendo es de vergüenza. Los presupuestos se pactan en la cárcel con los golpistas y se presiona a los jueces para que reduzcan las condenas, mientras se pacta un “plan b” de indultos. Los inmigrantes ilegales continúan saltando la valla y agrediendo a nuestros policías desprotegidos. Vienen a votar a los comunistas y así estos podrán perpetuarse en el poder. Por eso quieren reducir el tiempo para la nacionalización, además, sin examen ni ningún requisito. Está claro que quieren acabar con España. ¿Podremos pararlo a tiempo?

En un vídeo que acabo de recibir, una venezolana del pueblo se dirige a los españoles y alerta sobre esta tropa comunista: “Éramos felices [en Venezuela] y no lo sabíamos. Lo que ganábamos nos llegaba para vivir y para la diversión. Podíamos comprar en el supermercado y pagar el médico. Ahora no tenemos nada, y te matan por decir la verdad”.

A pesar de todo, confío en la gente y en el bien. A todos estos androides comunistas, surgidos del inframundo para acabar con la nación más antigua de Europa y nuestras tradiciones milenarias, hay que lanzarlos a la cloaca inmunda de donde salieron.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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