Antonio Casado – El caso Junqueras


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Al ofrecerse en sacrificio, como un patriota encarcelado por el Estado español a causa de sus ideas, el presidente de ERC y ex vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, ha hecho una jugada cargada de intención.
Se impone el martirologio y deja en evidencia a quienes han prometido al juez que serán buenos para librarse de la cárcel, o para abandonarla en su caso. También deja en evidencia a los dirigentes independentistas que ahora se lamentan en tono autocrítico por no haber hecho bien las cosas y por el tardío descubrimiento de que no se daban las condiciones de ruptura con España. Nombrando sucesora, además, hace méritos canjeables en un futuro regreso. Como Tarradellas («Ja soc aquí») o como Mac Arthur, en su famoso regreso al Pacífico.
A diferencia de otros dirigentes independentistas en su misma situación judicial, no piensa huir de la Justicia. Y, lo que es más significativo, no piensa comprometerse a respetar el Estado de Derecho y el orden legal vigente, incluida la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
En otras palabras, lejos de Junqueras la intención de esquivar el supuesto de la «reiteración delictiva», que es una de las dos causas (la otra, el peligro de fuga) por las que la juez Lamela (Audiencia Nacional) dictó, entre otras medidas cautelares, la prisión provisional para los presidentes de las dos grandes organizaciones civiles del independentismo (ANC y OC) y posteriormente contra los ex miembros del Govern.
En una carta abierta a sus seguidores, enviada desde la cárcel de Estremera, donde practica «la reflexión y la oración», Junqueras ha renovado su fe en la república independiente de Cataluña declarada unilateral e ilegalmente por el Parlament el pasado 27 de octubre. O sea, que a diferencia de Carmen Forcadell y otros miembros de la Mesa del disuelto Parlament (en la diputación permanente, ahora), que se comprometieron a aceptar el orden legal vigente, Junqueras persiste en el delito por el cual ha sido llevado a prisión.
Asimismo, marca distancias con Puigdemont, que prefirió huir a Bruselas antes de dar la cara y acabar entre rejas. Su declaración de amor a la republica catalana le pone difícil las cosas al juez Llerena (Tribunal Supremo), a punto de unificar las causas y que muy probablemente, dictará ordenes de libertad condicional. La reiteración delictiva frenaría esa orden en el caso de Junqueras y de quienes insistan en mantener las conductas delictivas que les han llevado a prisión.
De modo que el ex vicepresidente del Govern se da un tiro en el pie y parece dispuesto a hacerse el harakiri con una especie de auto-inhabilitación por anticipado. Y por eso da el paso político de nombrar sucesora a Marta Rovira, la actual secretaria general de ERC.

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