Francisco Muro de Iscar – Un país para construir juntos


MADRID, (OTR/PRESS) Quedan muchos capítulos de este serial que tiene como actores principales a los ciudadanos catalanes y al resto de los españoles, aunque el escenario lo sigan ocupando los actores secundarios y temporales como Puigdemont y su gobierno. Aunque los han despedido por sus ilegalidades, por su golpe al Estado democrático y por su incompetencia, se resisten a no seguir ocupando la pantalla, aunque para ello tengan que hacer el ridículo, incluso internacionalmente. ¡De la que se han librado los catalanes! Decía Ortega que «la ausencia de los «mejores o, cuando menos, su escasez, actúa sobre toda nuestra historia y ha impedido que seamos nunca una nación suficientemente normal». Una nación imperfecta, pero normal, democrática, solidaria, socialmente estable, con seguridad jurídica… Un Estado de Derecho donde sólo no quepan los que no lo respetan. Contra eso va la rebelión del independentismo.
Pero hay que mirar más al futuro que al pasado. Y hay que construir juntos un país donde quepamos todos, incluso los que no quieren estar en él. En la defensa de las libertades está el germen de la defensa de la libertad de los que no aceptan esas mismas libertades para todos. Eso es lo que diferencia a un demócrata de esos grupos nacionalistas o populistas excluyentes de todo lo que no son ellos. Ahora, con el reto catalán encima de la mesa, el Gobierno y los partidos constitucionalistas tendrían que estar elaborando juntos el discurso que van a ofrecer a los ciudadanos catalanes para que se encuentren integrados en el proyecto de país. Qué van a ofrecer a Cataluña y al resto de las autonomías para que construyamos juntos un país moderno, cohesionado, justo, avanzado, europeo, capaz de competir en un mundo cada vez más complejo y globalizado, Un país donde las aventuras aislacionistas y las nuevas fronteras no conducen a ninguna parte. Hay que desmontar todos los engaños de los nacionalistas catalanes y ofrecer una salida a los independentistas de buena fe, a los que han sido engañados por una escuela manipulada y por una propaganda permanente y bien dirigida. Hay que desmontar, activamente, la excelente comunicación de los partidarios del procés, tanto en Cataluña como fuera de España. Ellos mismos están ayudando ahora a hacerlo, pero no es suficiente.
Se equivoca el que piense que todo está ganado y que las próximas elecciones acabarán con el viejo nacionalismo. Si los que quieren una Cataluña española y europea no acuden a las urnas, si la campaña electoral no es fuerte y rotunda, con argumentos y sin enfrentamientos entre los partidos constitucionalistas, a pesar de sus diferencias, puede pasar cualquier cosa. Y retroceder, aunque sea levemente, sería un desastre para Cataluña y para España. Hay que llevar un mensaje de optimismo, de generosidad y de oportunidades a Cataluña. Somos una nación. Lo somos desde hace siglos. Y lo vamos a seguir siendo si trabajamos juntos. Si Puigdemont comete otro error más y no acude a la cita con la Audiencia Nacional, será su problema. Hay que hablar menos de eso y hablar más del futuro. Brindemos con cualquiera de los excelentes cavas de Freixenet -otro ejemplo de cohesión al decidir, ahora, no salir de Cataluña- por el futuro de Cataluña y de España.

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