Escaño cero – Entre las sombras


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

A pesar de las bravuconerías de Puigdemont, Junqueras y compañía, a pesar de que el Presidente de la Generalitat no ha contestado al requerimiento del Gobierno sobre si ha declarado o no la independencia, lo cierto es que desde hace algún tiempo se suceden las «tomas de contacto» y conversaciones» entre Madrid y Barcelona. Es decir, entre personas que cuentan con el visto bueno del Gobierno y personas de los aledaños de Puigdemont. El objetivo no es otro por parte del Gobierno que intentar evitar el consabido choque de trenes.
Naturalmente esta «toma de contactos» que es habitual en todas las crisis políticas, se hace siempre con la mayor de las reservas.
Lo que no significa que se llegue a buen puerto. A veces por falta de tiempo, en otras porque resulta difícil desandar caminos, o simplemente por falta real de voluntad.
Pero por lo que me cuentan Mariano Rajoy ha querido abrir paso a una salida para la endiablada crisis que vivimos en España. Como si el propio presidente sintiera vértigo ante el artículo 155 de la Constitución.
En todo caso son loables los intentos de intentar parar el choque de trenes y lo cierto es que Mariano Rajoy está procurando agotar todas las posibilidades antes de tener que aplicar el artículo 155 de la Constitución.
La cuestión de fondo es que primero Artur Mas y después Carles Puigdemont azuzados por el sibilino y curil Oriol Junqueras, han colocado a Cataluña al borde del abismo y sobre todo han provocado una ruptura de la sociedad catalana. Hay disenso en las familias, entre amigos, conocidos, entre compañeros de trabajo. Y lo peor es el fanatismo que anida en las filas independentistas en las que se hacen «listas» señalando a los que no quieren la ruptura con España.
Ese clima de señalar al «otro», de convertirle en enemigo, está pudriendo la convivencia en la sociedad catalana donde la razón ya ha sido sustituida por las emociones.
Y junto a la razón los nacionalistas también han pretendido sustituir el Estado de Derecho.
Ahora hay quienes critican la decisión de la Audiencia Nacional de encarcelar a los líderes de la ANC y de Omnium, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Y alegan que los problemas políticos no se pueden resolver en los tribunales.
Y me pregunto yo si en nombre de la política vale todo. Es decir si en nombre de la política uno puede quebrantar las leyes, saltarse el Estado de Derecho, llamar a la sedición, etc, etc, etc.
Si en nombre de la política vale todo entonces tendríamos dos clases de ciudadanos, los políticos y los demás.
Los señores Sánchez y Cuixart están en su derecho en defender sus ideas, en defender la independencia de Cataluña pero siempre dentro de la ley. Si se saltan la ley entonces tienen que responder ante la ley.
Lo que resulta extraño es que Miquel Iceta se haya mostrado crítico con la decisión de la Audiencia Nacional.
«Hay que dar una salida a Puigdemont» escucho decir a algunas de esas personas que se mueven entre bambalinas en este gran drama al que estamos asistiendo.
¿Una salida? Pregunto. ¿Una salida a quién ha encabezado un golpe sedicioso, a quién ha quebrado la convivencia entre sus conciudadanos, a quién de un plumazo ha querido cargarse el Estado de Derecho?. Y me responden que sí, que siendo todo esto verdad, aún así hay que poner paños calientes para evitar males mayores.
Pero me parece a mi que ya se ha dado más que una salida airosa al aceptar el Gobierno la propuesta de Pedro Sánchez de poner en marcha en el Congreso una comisión de estudio sobre una reforma de la Constitución. No hay más salida que la que marca la Ley. Vamos, digo yo.

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