Escaño cero – La mediación


MADRID(OTR/PRESS)

La pelota está en el tejado de Carles Puigdemont. Es él y sus socios de Esquerra, Oriol Junqueras además de la CUP los que tienen que decidir si vuelven a la legalidad o si insisten en su golpe sedicioso.
Mariano Rajoy viene actuando con prudencia, y quizá por eso con excesiva lentitud, pero lo cierto es que ha llegado la hora en que no le quedaba otra salida que poner punto final a la sedición. Y lo ha hecho con el apoyo del PSOE y de Ciudadanos.
La posición de Pedro Sánchez es impecable e inteligente. El líder socialista no solo apoya al Gobierno para parar la declaración de independencia de Cataluña sino que ha comprometido al Presidente Rajoy a abrir un periodo de reflexión que dé lugar a una reforma de la Constitución.
Sánchez lo ha dejado claro: esa reforma es para ver cómo «Cataluña se queda en España, pero no de cómo se va».
Con esta posición el PSOE vuelve a situarse en la centralidad de la política española además de demostrar que sigue siendo un partido de gobierno, algo que parecía haber dejado de ser en vista de algunas declaraciones y posiciones adoptadas en los últimos tiempos. Pero al César lo que es del César, y en esta ocasión Pedro Sánchez está donde tiene que estar.
Ojalá aguante la presión que Podemos va a hacer sobre el PSOE.
Por otra parte, en mi opinión, es de un cinismo indecente la pretensión de los independentistas catalanes de buscar «mediadores» para solucionar la crisis que ellos mismos han desencadenado en Cataluña.
Internacionalizar el conflicto no tiene otra finalidad que intentar demostrar que España es una democracia coja, que el Estado de Derecho no funciona. O sea todo lo contrario de la realidad. Y todo esto tiene que ver como los intentos de una parte de la clase política, entre los que Podemos tienen un papel principal, en denostar lo que llaman el «régimen del 78». Precisamente, es un periodo de la Historia reciente de nuestro país en el que se elaboró una Constitución y los españoles recuperamos la libertad y la democracia. Pero escuchando hablar por ejemplo a la señora Ana Gabriel, la portavoz de la CUP, uno podría pensar que ese periodo es infame. Claro que lo mismo sucede cuando dirigentes de Podemos se empeñan en denostarlo.
Y sin embargo es una etapa de nuestra Historia de la que sentirnos orgullosos. Los ciudadanos fuimos capaces de superar el tránsito de la dictadura a la democracia, con problemas, claro, y en unas circunstancias difíciles, pero se hizo con más aciertos que errores. Se elaboró una Constitución que es la garantía de nuestros derechos y libertades y a partir de entonces hemos vivido la etapa más próspera y libre que podíamos imaginar.
Así que hay que preguntarse por las últimas razones de quienes se empeñan en querer achacar a la Transición todos los problemas que tiene nuestro país al día de hoy. Como si de la Transición fuera la culpa de la quiebra de Lehman Brothers y la crisis económica que su quiebra desató. O si de la Transición fuera la culpa de los «chorizos» que han pululado por algunos partidos políticos.
Por eso me parece indignante que algunos pretendan presentar a nuestro país como un país en el que no impera el Estado de Derecho y que anda corto de libertades y por tanto necesita mediadores internacionales para poner orden. Quienes defienden esto en realidad están insultando y despreciando no solo a nuestro país sino a todos los ciudadanos como si fuéramos menores de edad, que vivimos engañados.
El principal problema que tiene Cataluña no es con el Estado, es entre los propios catalanes. Hay una parte de la sociedad catalana que se ha situado al margen de las más elementales reglas de la democracia y que quiere imponerse por las bravas a la otra parte. Es decir los independentistas catalanes quieren perpetrar un doble «golpe», primero contra un parte de la sociedad catalana, y en segundo lugar contra la Constitución que a todos nos ampara.
De ahí la importancia de que esa mayoría silenciosa por fin haya alzado la voz y se dejara oír el domingo 8 de octubre en esa multitudinaria manifestación de Barcelona.
Desde luego lo que no se puede es caer en el juego sucio de los independentistas catalanes abriendo la puerta a una mediación internacional. España no es Timor con todos los respetos para Timor.
Ahora ha llegado la hora de l verdad que no es otra que la del Estado de Derecho.

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