Francisco Muro de Iscar – Malas compañías


MADRID, (OTR/PRESS) Se han propuesto acabar con el turismo en España. Como sea. Atacando los hoteles o los buses turísticos, poniendo en dificultades a los que nos visitan para ver si desisten de venir. Especialmente en aquellos sitios, como por ejemplo Barcelona, que es hoy lo que es, en buena medida gracias a las Olimpiadas de 1992 que la pusieron en el mapa de todas las miradas. No digo yo que Barcelona viva hoy del turismo, pero no podría tener el nivel que disfruta si no fuera por los millones de visitantes que cada año se dejan muchos millones de euros en sus hoteles, en sus tiendas, en sus museos… El turismo es la primera industria nacional y la que nos ha servido durante muchas décadas, casi desde los años 70, para paliar las deficiencias estructurales de nuestra economía y, también para crear varias cadenas multinacionales que son líderes hoy en el sector a nivel mundial.
Entiendo que a los anticapitalistas del entorno de la CUP y a los abertzales de la ribera izquierda de Sortu les moleste el turismo por muchas razones: porque en España llegó con el franquismo y porque todo lo que sea viajar o que lleguen al país personas con otras culturas, contamina los «procesos» de independencia y los «valores» nacionalistas. Yo decía, afortunadamente hace muchos años, que a los comunistas españoles había que enviarles a pasar una temporada en la Rumania de Ceacescu o en la Rusia de Jruschov. Que vivieran a fondo el «progreso imparable» del comunismo y «los derechos y las libertades» que disfrutaban allí todos los ciudadanos… y luego volvieran a España. Y al revés: cuánto más turismo tuviéramos en España, más nos contagiaríamos de lo que se vivía en la Europa democrática y más cerca estarían la libertad y la democracia. Las comparaciones son inevitables.
Por eso hay que tener cuidado con las compañías. Con las malas compañías. Quien se acuesta con la CUP o, incluso, hace factible que ésta y sus acólitos, aún más a la izquierda, tomen el protagonismo de cualquier movimiento, acabará fagocitado por ellos. Y lo peligrosos no es que Junts pel Sí desaparezca a manos de un grupúsculo antiguo y tercermundista, sino que la sociedad catalana, sus autoridades, sus empresarios, los trabajadores del sector turístico permitan este chantaje que puede acabar con su economía. Lo mismo sucede en Baleares y en Valencia y en San Sebastián, la cuna del abertzalismo, donde los ataques al turismo y a la libertad son sólo un símbolo de donde nos quieren llevar una vez consumada la derrota de ETA. Aunque allí aún tienen la desfachatez de homenajear a etarras asesinos como Kepa del Hoyo, muerto por un infarto en la prisión donde pagaba sus crímenes contra inocentes. O como en la navarra Etxarri Aranaz donde un juez ha permitido el «Tiro al facha» que consiste en arrojar piedras a fotos de la Guardia Civil, la Policía, partidos político, la Iglesia o la Casa Real. Es nuestra libertad y nuestra democracia las que les permiten estas acciones y las que nunca nosotros podríamos hacer si gobernaran ellos. Como en Venezuela. Hay que mirar a quién se vota y las posibles alianzas. Por eso miramos tanto al PSOE. Por sus posibles compañías.

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