El Abanico – ¿El Rey emérito un apestado?


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Cuando hace unos días leí que Arévalo había organizado una comida a la que estaban invitados Don Juan Carlos, la Infanta Elena, Bertín Osborne y Fabiola, su mujer, así como sus tres hijas y la esposa del humorista, la verdad es que no le dí la menor importancia. Reunión de amigos pensé, ya que me consta la buena sintonía que tiene el jerezano con el Rey emérito. Solo cuando empezaron los insultos de alto calibre en las redes sociales contra Arévalo por obsequiarle con una paella, contra el Rey por asistir, me dí cuenta el odio que hemos incubado en estos años de crisis contra la figura del anterior Jefe del Estado. Es cierto que el Rey Juan Carlos ha pecado de imprudente en muchas ocasiones, sobre todo en cuestión de faldas, es cierto, pero de eso a convertirle en un apestado, va un abismo.
Más injusto me parece que quiénes disfrutaron de su compañía, de sus favores, de su confidencia, permanezcan callados ante los insultos, las acusaciones de todo tipo que a diario se hacen de su gestión que ya sabemos que no fue perfecta, pero hay que situarse en aquellos años.
Renegar de todo lo conseguido por el Rey Juan Carlos en estos cuarenta años de democracia, empezando por la propia democracia, demuestra cuán injustos somos. ¿O acaso no fue el Rey el motor del cambio, quién aconsejado por hombres de la talla de Torcuato Fernández Miranda, el Marqués de Mondejar, Sabino Fernández Campos, y muy especialmente por Adolfo Suárez, quién supo llevar a buen puerto los cambios sociales, políticos y militares, evitando así un nuevo enfrentamiento entre las dos Españas?

Fue él, pero también Carrillo, González, Fraga, así como los representantes del resto de formaciones políticas, organizaciones sindicales e instituciones del Estado, y la mayoría de españoles los que hicieron posible cambiar desde dentro lo que Franco había dejado y bien atado. Y se hizo, y se hizo bien, y así nos lo reconocieron en todo el mundo, siendo un ejemplo para aquellos países que como el nuestro deseaban salir de la dictadura sin derrocamiento de sangre. Hay quién piensa que la Transición se hizo sin sacrificios, como un paseo de rosas, no fue así, y no lo fue porque hubo militares con mando en plaza que se sintieron traicionados, defraudados por el rumbo que tomaba el país y que era el de la apertura y la libertad. Un cambio que no estaban dispuestos a tolerar, de ahí el ruido de sables continuo que desembocaría en el 23F.
Olvidar la labor del Rey durante aquellos duros años, sin cuyo prestigio en el exterior nunca hubiéramos conseguido el reconocimiento de las grandes potencias, me produce una pena infinita. Más aún siendo como ha sido el único que ha pedido perdón públicamente por sus errores.
Se puede ser republicano, anarquista o monárquico, nunca, nunca desagradecidos.
Ya lo fuimos con Adolfo Suárez durante su etapa como presidente del gobierno. Sería muy triste que la historia se repitiera con el Rey emérito. Hoy Juan Carlos está fuera de los círculos de poder, lejos de los aduladores oficiales, que haberlos haylos, por eso creo que ha llegado el momento de que le dejemos disfrutar de su jubilación sin acritud.

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