Victoria Lafora – La ley del silencio


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Las conversaciones intervenidas en el caso Lezo, el cambio de actitud de Bárcenas y su silencio desde que salió de Soto del Real, evidenciaban la existencia de un pacto en el Partido Popular para salvar a su presidente y, de paso, a toda la vieja guardia que aparecía en «los papeles» como receptora de sobresueldos.
Pero la actuación de Arenas, Alvarez Cascos, Mayor Oreja, Acebes y Rato desbordó la escenificación de un pacto de silencio y se convirtió en una burla a la Justicia. Unos señores que han sido ministros del Estado se han convertido en amnésicos y no recuerdan nada de su paso por el partido ni por el Consejo de Ministros. Eso sí, saben que el responsable último de toda la financiación irregular del PP es un antiguo tesorero de nombre Lapuerta a la que una demencia sobrevenida salva de cualquier imputación penal. ¡Que casualidad!

Para dar mayor verosimilitud a su ignorancia (sobrevenida también) Alvarez Cascos mostró un andar renqueante a la entrada de la sala que se convirtió en trotecillo ligero nada más abandonar el recinto de la Audiencia Nacional. Era como si el «general-secretario» quisiera trasmitir la idea de que el otrora hombre fuerte de Génova era ahora una hombre mayor, cansado y olvidadizo. Eso sí, todos ellos al unísono recordaron perfectamente que no se puede mentir como testigo en una causa penal y, además del consabido «no sé», «no me consta», adornaron su escaso relato con toques de novela rosa. No se puede describir de otra forma la enternecedora versión que dio Arenas sobre el despido de Bárcenas: «la reunión fue humana, no política. Para despedir a una persona que había trabajado muchos años con nosotros en la dirección del partido».
En esa cita lo que se pactó fue que Bárcenas siguiera cobrando su sueldo y que dejara el partido calladito cuando se supo de su inmensa fortuna en Suiza. Fue aquella famosa «indemnización en diferido» que hizo caer en el más absoluto ridículo a María Dolores de Cospedal al tratar de justificarlo ante los periodistas.
La vieja guardia del PP cree que ha cumplido su parte en el pacto de silencio y con ello allana el camino al líder, Mariano Rajoy, que también debe comparecer en el mismo sitio. Pero un presidente no puede ampararse en el desconocimiento con la desfachatez que lo han hecho los ex ministros. Sobre todo no puede, con su silencio, confirmar que cuando mandó el mensaje de «Luis se fuerte» era algo más que una frase de cariñoso consuelo a un antiguo colaborador.

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