Rafael Torres – El crimen de la guardia urbana


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

El truculento asesinato de un agente de la Guardia Urbana de Barcelona a manos presuntamente de dos compañeros, que desvela, aparte de los elementos específicos del caso, un sórdido submundo de violencia y abusos en el seno de dicho cuerpo policial, alimenta la inquietud social por la clase de controles y filtros que se emplean para investir a alguien de autoridad y facultarle para portar armas de fuego: la acusada del crimen en combinación con otro colega había pasado la friolera de cuatro controles psicológicos, los bianuales preceptivos, cuando quienes la conocían y trataban sospechaban, por su comportamiento, que no debía andar muy bien de la cabeza.
El homicidio o asesinato de la víctima, guardia urbano, presuntamente por su pareja, guardia urbana, en colaboración con otro guardia urbano, un ex-novio de oscuro historial, tan oscuro como el de ella y el de la propia víctima, contiene elementos suficientes, y aun sobrados, para poner los pelos de punta a la ciudadanía que durante años contó con ellos para garantizarse la seguridad y velar por la ley y el orden. Los escabrosos detalles y anexos del crimen, al margen de las contradictorias declaraciones de los imputados, se conocen bien, pero a quien se necesitaría conocer es a los autores de las pruebas psicológicas que dieron por buenas a unas criaturas malvadas, y por cuerdos a unos perturbados.
Para llevar una pistola cosida a la cintura, y una placa al pecho del uniforme, se tiene que ser exactamente lo contrario de lo que con sus actos, y no digamos el último, demostraban ser los implicados en éste suceso. Estos dos policías municipales, hombre y mujer, se ajustarían, según los expertos que analizan el caso y según cualquiera con una mediana instrucción, al perfil del psicópata, pues, en efecto, basta repasar sus historiales y sus comportamientos anteriores y posteriores al crimen, para acertar con ese diagnóstico.
En España hay muy buenos policías, así locales, como autonómicos, como nacionales y como de la Guardia Civil. Entre éstos, sin embargo, pululan, constituyendo un peligro enorme para sociedad, algunos a los que esos controles y esos filtros pésimos invitan a desarrollar, al resguardo de la placa y la pistola, sus patologías.

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