Francisco Muro de Iscar – Los políticos no vienen de Marte


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Hay que reconocer que todos los días, yo el primero, demonizamos a los políticos y les hacemos responsables de todo lo malo que nos sucede. Sin duda, ellos mismos hacen mucho porque actuemos así y porque la clase política sea el primer problema para los españoles, según el CIS. Pero, seguramente, hace falta una reflexión más profunda. El abogado Juan Antonio Sagardoy escribía un interesante artículo en el que se preguntaba ¿qué esperamos de los políticos? Decía, entre otras cosas, que «en la crisis que hemos pasado y que aún perdura, la clase alta no tiene clase, la clase media no tiene medios y la clase trabajadora no tiene trabajo. Nos hacen falta políticos de altura, con ambición de mejora, carisma, valentía, honestidad, conocimientos, empatía y entrega».
No le falta razón, pero encontrar a alguien que reúna sólo la mitad de esas características parece hoy una misión difícil. Entre otras cosas porque los políticos no son una clase superior ni inferior, ni vienen de Marte. Salen de la sociedad que les critica y, sin duda, alguna son un reflejo de la misma. ¿Por qué tras la II Guerra Mundial hubo en Europa una generación inigualable de políticos, se forjó la Unión Europea y se aprobó la Declaración Universal de los Derechos del Hombre? Porque los ciudadanos, la sociedad de ese momento fue consciente y se comprometió a que no volviera a producirse un holocausto como el que se había producido. ¿Por qué la transición española fue modélica? Porque la sociedad quería un cambio, buscaba la democracia y el pleno ejercicio de las libertades y muchos ciudadanos dieron un paso al frente para aceptar el compromiso y llegar a acuerdos donde todos perdían algo para que todos ganaran mucho. ¿Qué es lo que sucede ahora? ¿Por qué son peores los políticos de ahora, da lo mismo en qué partido militen, y por qué son un problema? Porque la sociedad ha dado un paso atrás, ha enterrado los viejos valores -el esfuerzo, la honestidad, la palabra, la valentía, la entrega- y no los ha sustituido por otros nuevos. Hemos entrado todos en una sociedad kleenex, de usar y tirar, donde queremos tener todo ya -también se lo enseñamos a nuestros hijos- y donde los derechos crecen por encima de las responsabilidades. Una buena parte de los ciudadanos quiere que Papá Estado solucione todo, que tengamos educación «gratis», sanidad «gratis», las mejores autovías, los AVE de última generación, más vacaciones, mejores pensiones, pagando menos impuestos, trabajando menos horas y con políticos que ganen lo menos posible y, en algunos casos, nada.
De esa sociedad salen estos políticos. ¿Por qué esperar de los políticos lo que no somos los ciudadanos? Al bajar sus sueldos y demonizar su trabajo -el presidente del Gobierno gana menos que la mayor parte de directivos de empresas medias o grandes- hemos conseguido que nadie de un cierto nivel profesional o intelectual quiera ir a la política a perder dinero y a ganar enemigos. Sólo van a la política los que no tienen nada que ganar en otro sitio o los que han hecho de ella su modus vivendi. Hay muchos ciudadanos honrados. También la mayoría de los políticos. Hay ciudadanos y políticos corruptos casi por igual. Tienen responsabilidades distintas, por supuesto, pero nada cambiará sin no cambia la sociedad. Y ésta no puede cambiar si no lo hacemos cada uno de nosotros. Lo demás es demagogia.

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