Antonio Casado – Iglesias se la juega


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

Un martes y 13 como nos contempla. Puede pasar a la historia de Unidos Podemos con el mismo mal fario que pasó aquel 30 de mayo de hace treinta años, cuando Antonio Hernández Mancha se reveló como el impaciente, y por eso fallido, líder del PP al acoso y derribo del entonces presidente del Gobierno y líder del PSOE, Felipe González.
Aunque ha llovido mucho desde entonces, ciertos vectores de la política siguen siendo los mismos: la matemática, el contexto, la oportunidad, el sentido común, los estados de opinión pública, etc. Todas esas cosas jugaban entonces contra Hernández Mancha. Y todas esas cosas juegan ahora contra el líder de Podemos, Pablo Manuel Iglesias, que se ofrece al Parlamento como el dirigente indicado para salvar la democracia y echar a Rajoy de la Moncloa.
La apuesta ya era arriesgada desde un principio por las razones mencionadas. Pero el riesgo se ha multiplicado desde que los herederos y continuadores de la obra de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, eligieron a su nuevo secretario general, Pedro Sánchez, que no parece muy dispuesto a seguir el juego de Pablo Manuel. Dicho sea en relación a lo que los encuestadores califican de «efecto Sánchez». Se refieren a su impacto sobre los más recientes sondeos electorales, donde el líder rehabilitado por la militancia mejora la posición del PSOE en el ranking. En proporciones muy parecidas al retroceso de la marca Podemos, por referencia a los sondeos inmediatamente anteriores.
Se entiende, por tanto, que haya razones redobladas para que Sánchez haya defendido su propia agenda frente a los planes de Iglesias. En conversación telefónica ya le dijo hace diez días que, siempre con el mayor de los respetos a los votantes de Podemos, el PSOE no se siente concernido ni poco ni mucho por la iniciativa parlamentaria de su líder, más próxima a las artes escénicas que a la política.
No es muy diferente el análisis que desde las antípodas de Ferraz se hace en Moncloa. Si alguna vez el actual presidente del Gobierno tuvo la tentación de entronizar a Iglesias como primer actor de la oposición parlamentaria, les aseguro que ya se le han quitado las ganas. Ni uno ni otro alimentarán su protagonismo ni le darán facilidades para erigirse en adalid contra la corrupción. Es más, en principio van a dar un paso atrás y encargar a sus teloneros los cruces parlamentarios del debate. Sólo intervendrán si las provocaciones del candidato lo hacen inevitable.
A nadie puede sorprender que todas las fuerzas políticas, excepto los nacionalistas radicales y quizás los 8 ex convergentes catalanes, se desmarquen de una iniciativa mayoritariamente valorada como un intento de hacerse visibles, salir de la irrelevancia y poner en apuros al PSOE. No hay más detrás de una iniciativa que no viene a cuento.

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