La semana política que empieza – Ahora, Rajoy tiene la oportunidad de ser Suárez


MADRID, (OTR/PRESS)

La moción de censura presentada por Podemos contra Mariano Rajoy se produce casi exactamente cuarenta años después de que se celebrasen aquellas primeras elecciones democráticas tras las cuatro décadas de franquismo. Aquellas elecciones del 15 de junio de 1977 trataban de construir una democracia para España; con esta moción de censura del martes y 13, en la que se presenta a Pablo Iglesias en un imposible intento de sustituir a Rajoy en La Moncloa, ¿qué se pretende?

Tengo muy fundadas dudas sobre la oportunidad de esta moción, más allá de la pasión de quien la presenta por el espectáculo mediático. Creo que, si Rajoy quiere, la sesión parlamentaria servirá para fortalecerle, más que para desgastarle. Podría aprovechar la oportunidad no para mostrar un desdén displicente hacia el volátil Iglesias, sino para, pura y simplemente, convertirse en el nuevo Adolfo Suárez de la situación. Claro que ¿puede, quiere, Mariano Rajoy encabezar una segunda transición regeneracionista, es capaz de lanzar un discurso no para defenderse de los alfilerazos festivos, en tono menor, de su oponente, sino para construir una nueva sociedad? La verdad, tengo mis dudas.
Lo que sabemos es que, hasta última hora, en La Moncloa se ha debatido si debía ser el propio Rajoy, o la vicepresidenta, o el bronco portavoz parlamentario Rafael Hernando, quien diese la réplica a Pablo Iglesias… y a los demás miembros de las diversas oposiciones, que también cargarán dialécticamente contra la corrupción, la inoperancia y los errores cometidos por el partido gobernante y quien lo preside. Pensaban los más acérrimos «marianistas» que el «jefe» no debía «desgastarse» con un intercambio dialéctico frente a Iglesias, peor parlamentario que Rajoy, pero que, aparte de la estima de sus votantes, no tiene nada que perder: el líder de Podemos y su círculo encabezado por Irene Montero pueden aventurarse muy a fondo en el espectáculo circense, que tanto gusta por estos pagos. Pero, contra lo que ocurrió la pasada semana con la moción de censura contra Cristina Cifuentes, el PP no debe caer, no demasiado al menos, en el «show» político, si es que esta vez se da.
He escuchado en las filas del PP opiniones, cierto que muy, muy minoritarias, que abogaban por una salida «sacando pecho» de Rajoy, ofreciendo un discurso de futuro, hablando sin tapujos de la corrupción pasada -que no presente-, reconociendo el varapalo del Constitucional en lo referente a la amnistía fiscal, refiriéndose a las posibles soluciones ante la amenaza independentista catalana y apuntando hacia la presencia de España en un mundo tan cambiante y desconcertante como el que nos está tocando contemplar y padecer. Tendiendo manos , para construir, en primer término hacia el centro de Ciudadanos -que podría ganar este debate, aunque sea como convidado de piedra- . Y, en segundo lugar, hacia la izquierda de los socialistas de su viejo enemigo Pedro Sánchez, que evidencian un atisbo de desconcierto ante su congreso del próximo fin de semana: ¿hacia dónde debe dirigirse el PSOE tras las elecciones internas que vuelven a colocar a Sánchez en la secretaría general? Si Rajoy acertase en esa mano tendida, si Sánchez hubiese entendido el mensaje, podrían consolidar la salvación de la nación, nada menos.
Es decir, pienso que Rajoy debería convertir la amenaza podemita en una oportunidad de construir país, afrontando una especie de debate sobre el estado de la nación, al frente de un grupo parlamentario más unido que los restantes, en lugar de ir hacia el desprecio o la minimización de lo que digan los demás, todos los demás, en una moción de censura de tintes surrealistas. Porque, de acuerdo, esta moción de censura puede, en opinión de los severos asesores monclovitas, ser un dislate. Ignoro, porque la transparencia en Podemos es un bien escaso, cómo afrontará Iglesias un debate en el que se ve, parece, como protagonista absoluto: su momento de gloria… este mes.
Pero no tengo dudas sobre la manera como el inmóvil, a fuer de acorralado y de ser como es, Rajoy debería subir al atril, si es que finalmente decide hacerlo: tiene que ganarse a la calle, no a sus diputados, aplaudidores siempre sin reservas. Y ya digo: quizá debería pensar en Adolfo Suárez, que, hace cuarenta años, fue capaz de dar la vuelta como un calcetín al Estado autoritario y encaminarlo, junto con todos los demás, por la senda de la democracia. Una gesta que, ya lo sabemos, se desprecia en Podemos y que tal vez parezca como una batallita del abuelo Cebolleta en algunos medios del PP, qué le vamos a hacer

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