El “Plan Kalergi” y la destrucción de Europa.


El último atentado en pleno centro de Londres parece que nos ha llegado más al corazón que toda la compleja situación que estamos viviendo en los últimos años, agudizada por los efectos llamada: un espacio Schengen prácticamente sin restricciones, unos planes de agrupación inadecuados, y una política de refugiados, sostenida por un “buenismo” que practica la discriminación a favor del recién llegado y hace la vista gorda ante delitos espeluznantes, como la violación y el asesinato. De aquellos polvos vienen estos lodos. Y ahora se nos hiela el corazón cuando vemos a un compatriota apuñalado por la espalda, tras haberles sacudido a los terroristas con su monopatín.

Pero aparte de sentir pena por el abogado Echeverría y lamentarnos de la mala gestión británica del caso, por los intereses electorales de la conservadora Theresa May –a quien, por cierto, no le salieron las cuentas como pensaba, como ya le había ocurrido a Cameron—, hay que plantear el análisis desde mucho más atrás, hasta conseguir ver los hilos que manejan el cotarro e incluso las manos.
Para entender medianamente lo que está ocurriendo en el mundo, hay que hacerse eco de documentos, como “los Protocolos de los sabios de Sion”, el “Informe Iron Mountain”, y el “Plan Kalergi”, concebido expresamente para Europa. Es, posiblemente, el más disparatado del mundo de la conspiranoia. Sin embargo, sin admitirlo en su totalidad, hay que decir que mucho de lo que en él se propone se está cumpliendo. Antes de entrar en materia, veamos quién es este personaje llamado Richard Nikilaus Coudenhove-Kalergi, quien como muchas personalidades del mundo político a lo largo de los tiempos, tiene dos versiones de sí mismo, algo así como un doctor Jekyll y un míster Hyde.

Este político, dentro de la oficialidad, es considerado como el fundador del primer movimiento popular para la Europa unida. Publicó “La lucha por Paneuropa” en tres volúmenes y “Cruzada por Paneuropa”, fundó la Unión Parlamentaria Europea y defendió la idea de un mercado común con moneda única para que Europa ocupara el lugar que le correspondía en el mundo. En 1950 recibiría el Premio Carlomagno por haber contribuido a una Europa unida y en paz. Hasta aquí, genial. Pero hay que leer la letra pequeña de todo esto.

Este aristócrata político, masón para más señas, que parecía luchar por Europa y los europeos, escondía un plan diabólico que nos hace recordar el cuento de Hansel y Gretel, los niños seducidos por una bruja malvada que los hace prisioneros y los engorda para comérselos. Kalergi no puede tragarse a Europa porque falleció hace casi medio siglo, pero ha sentado las bases para que la Europa milenaria de Carlomagno y Aquisgrán desaparezca, y renazca convertida en algo amorfo y sin sustancia, muy lejos de su esencia y valores. Veamos qué es el Plan Kalergi y sus aviesos fines.

Este plan destructor está basado en el modelo de los animales de granja, que son dominados debido a su escasa inteligencia. Kalergi lo publicó en 1923, mucho antes que sus obras citadas. Consiste en una serie de estrategias para que los judíos puedan gobernar Europa y el mundo. Cuando hablamos de los judíos, no nos referimos al judío del pueblo liso y llano que practica su religión, sino a los fanáticos sionistas, autores de miles de tropelías y conspiraciones.

En el texto, expuesto en 28 tesis, Kalergi alude constantemente a la supremacía del pueblo judío, a la raza noble judía, a la raza superior y a la “Herrenrrase”. Curiosamente, este término que utiliza Kalergi para reivindicar la superioridad de la raza judía, también fue empleado por Hitler para referirse a la raza aria.

Kalergi reconocía la superioridad de la raza blanca y su capacidad de organización. Pero él no buscaba la perfección aria como, unos años después, perseguiría el Tercer Reich, sino su destrucción, para que los judíos, llegado el momento, pudieran ejercer su dominio. Por eso ideó un plan para depauperar la raza blanca: una especie de conquista silenciosa, de genocidio sin sangre, que consistía en el mestizaje y en la emigración de personas no blancas a Europa. El objetivo era –según sus propias palabras— crear una raza mestiza pasiva, indolente y manipulable, de menor inteligencia, sin capacidad para organizarse y rebelarse, por lo cual ni se darían cuenta de que estaban siendo esclavos. Esta circunstancia facilitaría que la aristocracia judía pudiera ejercer como los únicos dueños del mundo.

¿Pero, por qué el mestizaje? Algunas tesis apuntan a las bondades del mestizaje, y solemos resaltar el que se produjo en América a raíz del Descubrimiento. Sin embargo, Kalergi tomó de Joseph Arthur Gobinau las ideas que tanto habrían de influir en el pensamiento nacionalsocialista para conformar la ideología nazi. En su obra “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”, en el que Gobinau propone la supremacía de la raza blanca, expone cómo, en el mestizaje, cada raza pierde sus talentos más importantes dando lugar a una subraza degenerada, menos inteligente y capaz. Según el filósofo, la superioridad del ario es evidente frente a otras familias raciales. Así, dota a los negros de “energías groseramente potentes”, y escribe al respecto: “Si sus facultades intelectuales son mediocres o hasta nulas, él posee en el deseo […] una intensidad a menudo terrible”. No se puede negar que la raza negra es mucho más sensual que la blanca, mejor dotada para el deporte, más emocional y bachatera y dada al baile y al jolgorio. Sin embargo, también es evidente su falta de capacidad organizadora. Gobineau considera al amarillo como menos rudo que el negro, de rasgos más redondeados y suaves, pero una raza de segundo orden que adolece de la voluntad creadora y la inteligencia y otras cualidades inherentes al ario de rostro fino y afilado.

Para Gobinau, el estado caótico del mundo se debe a la degeneración de las razas. Dice que los pueblos antiguos han desaparecido porque han perdido su integridad nórdica, e igualmente puede ocurrir a los modernos, y pone estos ejemplos: “Si el imperio de Darío hubiera podido poner en el campo de batalla de Arbela, persas auténticos, a verdaderos arios, […] si los romanos del basto Impero hubieran tenido un senado y una milicia formadas por elementos raciales iguales a los que existieron en tiempo de los Fabios, su dominación no habría tenido nunca fin”. Parece que Gobinau se olvida de la corrupción de las cúpulas, aunque estas sean de pura raza, causa por la que decaen todos los imperios.

En definitiva, para que la raza judía no tenga parangón, es necesario frenar la evolución de los blancos, y eso se consigue transformando a los pueblos racialmente homogéneos en una masa mezclada de blancos, negros y asiáticos. En estos mestizajes primarían las características del pueblo inferior y menos civilizado. Kalergi les atribuye indolencia, crueldad, infidelidad, y “otras características que es necesario fomentar” para que así relumbre el pueblo judío y pueda gobernar y manipular a sus anchas.

Curiosamente, entre sus apoyos se encontraba el banquero Max Warburg, que puso 60.000 marcos a su disposición e incluso Winston Churchill y otros políticos, algunos de los cuales fueron más tarde genocidas del Reich, como Edward Benesch.

Kalergi, a pesar de que su nombre suena mucho menos que los de Adenauer o De Gasperi, jugó un importante papel como agente doble, cuya influencia llega a nuestros días y nos pesa como espada de Damocles. Es el elector del color azul de la bandera europea y el creador de la Europa multicultural, multirracial y cosmopolita, es decir, el ideólogo de la destrucción del Viejo Mundo. Es asimismo el ideólogo de la restricción del poder ejecutivo de los parlamentos y los gobiernos. Es decir, la pérdida de soberanía de los Estados, nuestra conversión en meros esclavos de Bruselas, se la debemos a este masonazo de tomo y lomo que debió pactar con el diablo esta situación, mucho antes de que viéramos escrito el nombre de Maastricht.

Todo esto explica la situación europea y la calidad y el talante de nuestros políticos y su inclinación de cabeza ante “Europa”, como ante nuestro amo. En realidad, somos tan solo los peones del Plan Kalergi. Casi todos los políticos son masones, y entre ellos se homenajean con galardones y premios. El canciller Helmut Kohl recibió el “Premio Coudenhove-Kalergi” por contribuir a la consecución de su plan.

Se suele decir que la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno. Kalergi considera que los hombres son incapaces de gobernarse a sí mismos. Solo considera a la aristocracia judía capaz de dirigir. Por eso promueve un Nuevo Orden Mundial, una dictadura sin libertad. Él impulsa un pacifismo buenista entre las naciones, pero admite la violencia para el pueblo judío, para imponer su liderazgo y supremacía. Quiere que la pólvora, el oro y la tinta estén en manos de la “raza superior judía”, es decir, el poder militar, las finanzas y la prensa.

Lo cierto es que los objetivos Kalergi se están cumpliendo al pie de la letra, igual que los Protocolos. Lo hemos expresado unas líneas más arriba: con movimientos migratorios en masa, planes Schengen, mestizaje, debilitamiento y desmembramiento de los estados y pérdida de soberanía, leyes buenistas en exceso garantistas, crisis económicas, revueltas y terrorismo. La conclusión es un caos dirigido donde en las masas de manipulados brota lo más básico y primario de su esencia animal.

Esta situación, creada artificialmente en un despacho de caoba, tiene como agravante la manipulación del corazón de las personas buenas y solidarias, entre ellas las cristianas, cuya religión manda compartir, dar posada al peregrino y dar de comer al hambriento. Decimos esto por los mensajes de la Iglesia para que se acoja a los refugiados. No queremos decir que los no cristianos no colaboren. La ciudadanía siempre responde positivamente en estos casos. Por eso es aún más denigrante que nos presenten imágenes falsas de niños muertos, que se hacen virales, que han sido creadas para manipular nuestras conciencias y que abramos los brazos a la avalancha de refugiados –aun a costa de nuestros intereses—, para cumplir con el plan de destrucción de Europa. En muchos casos nos toca padecer el “síndrome de Viridiana”, llevado a su mayor extremo. Está habiendo demasiados casos de mujeres agredidas y violadas por refugiados a los que habían dado cobijo y cariño. Incluso algunos casos de asesinato.

Que hay una conspiración para acabar con la raza blanca, parece evidente. Y nosotros somos sus cómplices, sus tontos útiles. Llama también la atención lo fácilmente que hemos interiorizado las bondades del llamado multiculturalismo y las excelencias de ser negro, gitano o árabe. Así, se habla del “Black Power”, como algo digno de ser resaltado y nadie se escandaliza, ni ve en ello un acto de racismo. Pero si hiciéramos alarde del “White Power”, con la misma dosis de orgullo, nos llamarían racistas, y si me apuran, podríamos ser llevados a los tribunales y condenados por inducir al racismo y a la xenofobia o por cualquier otro de los nuevos decretos progres.

Para ello ha habido que destruir el elemento aglutinador, el colágeno de las naciones: un cristianismo unificador trufado de latines y cantos gregorianos, que igualaba al español y al alemán y los unía bajo una misma bandera. Esta riqueza milenaria está quedando diluida en las constituciones y obeliscos masónicos y demás parafernalia laicista.

Pudiera ser que el Plan Kalergi fuera un “fake” y que al citado masón tuviéramos que devolverle los honores, pero creemos que no.

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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