Donald Trump contra la gran mentira del cambio climático


Quienes venimos denunciando la gran mentira que se ha extendido sobre el cambio climático, nos hemos alegrado al saber que Trump, tal como había prometido en campaña, iba a abandonar el Tratado de París, acordado el 30 de noviembre de 2015 al final de la Cumbre, entre los 150 países asistentes. ¡Algunos políticos parece que sí cumplen sus promesas electorales!

No voy a entrar en los postulados de ese tratado en concreto, pero sí quiero continuar con mi crítica ante la gran manipulación del cambio climático, una mentira –pero solo a medias— con varios vectores y beneficiarios: por un lado quienes pretenden controlar el clima a través de la geoingeniería, para utilizarlo como “arma de guerra”, y segundo, los ambiciosos de dinero que, aunque ya son millonarios, sueñan con seguir acaparando millones. Solo en Europa, hasta el 2020 está previsto un gasto de más de 150.000 millones de euros para luchar, no contra el clima, sino a favor de los bolsillos de unos cuantos caraduras. Y la sociedad, en su ingenuidad o falta de información aplaude porque no sabe de dónde le vienen los tiros y es adoradora de la letra impresa de los memorandos de las cumbres y demás reuniones de organismos internacionales.

Dicho esto, escribir sobre el clima es complicado porque, tras tantos años de bombardeo, el público ya ha asumido que el cambio climático es un hecho, debido a que el ser humano ha abusado de los recursos y ha contaminado demasiado. Otra postura es la que sostienen quienes aseguran que el clima no está cambiando, que el Polo no se deshiela, o que algunos grandes terremotos no tienen nada que ver con las ondas escalaras, las ELF o el HAARP. Lo atribuyen a los ciclos propios de la naturaleza. Sin embargo, a pesar de ser opiniones enfrentadas, convergen en un vértice llamado error. Ninguna de las dos posiciones es la correcta; a las dos le faltan datos. Existe una tercera postura, defendida por quienes, basándose en datos, más científicos que especulativos, apuntan hacia un cambio climático PROVOCADO, con fines económicos, y el control del clima como arma de guerra.

No es la primera vez que el control del clima es utilizado como arma. El año 1966, el profesor Gordon Mac Donald, que dirigió el Instituto de Geofísica planetaria de la Universidad de California y fue miembro del comité científico de Lindon Johnson, durante cuyo mandato se pusieron en práctica los proyectos contra India, Filipinas y Vietnam, escribió estas curiosas a la vez que escalofriantes palabras, que nos ayudarán a entender el asunto del clima, los chemtrails y la geoingeniería:

“En un contexto de paridad nuclear, la paridad de los medios para lograr objetivos nacionales por la fuerza destaca el potencial del hombre para controlar y manipular el medio ambiente y su planeta”. Y añade: “Cuando logre este poder sobre el propio entorno, el hombre tendrá una nueva capacidad para hacer un daño incalculable e indiscriminado. […] Estas armas son particularmente apropiadas para guerras secretas u ocultas”. Esto no lo dice cualquiera sino alguien perteneciente al comité científico del clima de un presidente que está llevando a cabo acciones sobre países. Esto fue publicado en 1969 aunque fue escrito en 1966. En ese tiempo, este hombre en su informe “Cómo destruir la Tierra” explicaba cómo originar sequías, diluvios, terremotos y maremotos. Es inimaginable lo que se ha avanzado en los cuarenta años siguientes hasta hoy.

Por cuestión de espacio no puedo detenerme a hablar de los famosos chemtrails o estelas químicas, mal llamadas estelas de condensación. Hacia 1996 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos fue acusada de fumigar a su población con sustancias extrañas. A muchos, conociendo las prácticas con el tóxico agente naranja, fabricado por Monsanto y rociado en Vietnam, tras haber hecho ensayos en Puerto Rico, esto no les extrañó. Por ese tiempo, empezaron a verse aviones raros volando a diferentes alturas, pero todos tenían algo en común, y de ello se dieron cuenta enseguida los campesinos, que esperaban la lluvia para sus campos. Cuando aparecían las aeronaves, las nubes anunciadoras de la tormenta y la lluvia desaparecían como por arte de magia. Y así una y otra vez. Empezaron entonces las primeras denuncias e investigaciones. Pero los resultados siempre eran negativos. “No había aviones raros robadores de nubes”; eso eran cuentos de personas con escasa cultura.

El clima como arma de guerra se utilizó en la guerra del Vietnam, prolongando el periodo de los monzones, con el fin de inundar la senda Ho chi minh y evitar el tránsito de víveres y personas. Después de Vietnam, Estados Unidos y la Unión Soviética de manera bilateral y sin contar con el resto del mundo deciden excluir las guerras ambientales y climáticas de los temas ecológicos. Redactan entonces la Convención sobre la Prohibición del uso de técnicas de modificación del medio ambiente con fines militares u hostiles. La ONU admite el acuerdo a través de dos convenios, no sin ciertas reservas, ya que en el documento se establece que las dos superpotencias se reservan diversas vías para eludir la prohibición que se imponía al resto de las naciones.

Aunque no sea de dominio público, las armas climáticas existen y se pueden crear lluvias, tormentas, rayos y cualquier situación meteorológica en cualquier parte del mundo. Pero también se pueden utilizar para todo lo contrario, es decir deshacer frentes de lluvia o de nieve y generar pertinaces sequías. Está claro que quien esté en posesión de estas armas para controlar el clima a voluntad, es el rey del mundo, al poder controlar los recursos de la Tierra; y no estamos hablando de minas ni de petróleo, sino de recursos alimentarios. Es inquietante pensar que un país pueda controlar la lluvia, y castigar a los que no se avienen a sus exigencias, con sequías prolongadas, es decir, con hambrunas provocadas.

Estados Unidos ha incorporado esta tecnología de guerra como parte de su política exterior, tal como consta en el informe de la Fuerza Aérea norteamericana titulado “Poseyendo el clima para 2025”. En él leemos perlas como estas:

“En los Estados Unidos, la modificación climática formará parte de la política de seguridad nacional, con aplicaciones nacionales e internacionales. Nuestro gobierno perseguirá esa política a varios niveles, en función de sus intereses. Estos niveles incluirían acciones unilaterales, participación en un marco de seguridad como la OTAN, en el marco de afiliación a organismos internacionales como la ONU, o actuando en coalición. Considerando que en 2025 nuestra estrategia nacional de seguridad incluirá la modificación climática, su utilización en la estrategia militar nacional será algo natural.

”La modificación climática puede dividirse en dos grandes categorías: supresión e intensificación de patrones climáticos. En casos extremos, se trataría de crear patrones climáticos totalmente nuevos, la atenuación o control de tormentas severas, o incluso la alteración global del clima, de enorme alcance y, o, de larga duración.

”En los casos más livianos y menos controvertidos podría hablarse de inducir o suprimir precipitaciones, nubes o nieblas por periodos cortos y a pequeña escala sobre una región. Otras aplicaciones de menor intensidad podrían incluir la alteración y, o, el uso del espacio cercano como un medio para mejorar las comunicaciones, interrumpir sensores activos y pasivos, u otros fines. En la investigación para este estudio se adoptó la interpretación más amplia posible de modificación climática, de manera a considerar las mayores oportunidades posibles para nuestro ejército en el 2025”.

Volviendo al presidente Trump, que fue quien me inspiró este artículo, me gustaría preguntarle qué piensa al respecto de este informe de la Fuerza Aérea, si asume por completo o en parte sus postulados y si en sus métodos para hacer de Estados Unidos la nación poderosa y hegemónica que fue en el pasado, incluye la utilización del clima como arma de guerra, a pesar de ser un método ilegal. ¡A mí esto me espanta!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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