Más que palabras – Francia el destino de un país


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

El otro día en la tertulia política de 24 horas en Tve, el director al finalizar el programa, después de haber analizado ampliamente en lo que podría ocurrir en Francia nos invitó a los tertulianos hacer una de esas porras que tanto nos gustan cuando se acerca una cita electoral.
Aunque todos mostramos dudas y la mayoría pensaban que la señora Le Pen no llegaría a la segunda vuelta yo me arriesgué con los resultados y di como ganador a Macron y como segunda opción a la ultraderechista Marine Le Pen. Hice un pronóstico al azar, diciendo que lo que estaba ocurriendo en Francia era muy difícil de calibrar porque se trataba de dar carpetazo a los viejos partidos y Macron representaba a un político de última generación sin apenas experiencia de gobierno salvo su corta etapa de ministro.
Una vez conocidos los resultados yo misma me quedé sorprendida de haber ganado la porra, cosa que me recordaron el mismo domingo mis compañeros de mesa al conocerse los resultados de la primera vuelta. La verdad es que dije eso porque pensé que a los otros candidatos acorralados por los casos de corrupción y el desgaste de sus siglas no les favorecería la suerte y así fue con lo que una vez más en un país de la vieja Europa la ciudadanía está dando un toque a los partidos históricos de amplio recorrido.
Por primera vez en casi cuatro décadas, los franceses le dieron la espalda a los partidos tradicionales y llevaron a dos propuestas alternativas a la segunda vuelta electoral del próximo 7 de mayo. Emmanuel Macron alcanzó cerca del 23,8% de los votos, seguido por Marine Le Pen con alrededor de 21,4%, lo que les convierte en los contendientes finales. Macron, el joven político de 39 años que nunca se había postulado a ninguna elección y llegó a esta sin partido es el favorito para ser el próximo jefe de Estado aunque nadie se atreve a descartar que finalmente haya una sorpresa de Le Pen teniendo en cuenta el desencanto de muchos franceses con la política de sus actuales dirigentes, lo cual sería muy de lamentar.
Lo que está claro es que ambos proyectos tienen implicaciones más allá de Francia, uno de los países fundadores de la Unión Europea cuyo futuro pasa por qué decidan los franceses en esta votación. Aquí lo que se está jugando es si ese país permanece como uno de los pilares de la unión o coge el camino del brexit y da un portazo. Por otra parte Francia va a tener seguro un futuro incierto. Todos los medios de comunicación han puesto el acento en que Macron no cuenta con la estructura de un partido implantado territorialmente en todo el país y en tan poco tiempo no podrá tenerlo. «Es probable, por tanto, que tanto Los Republicanos como el Partido Socialista, aunque tengan que buscar nuevos líderes tras las dimisiones de Fillon y de Hamon, consigan una mayoría de bloqueo en la Asamblea y puedan condicionar sus decisiones, a pesar de que el sistema francés concede amplias competencias al presidente», se podía leer en algún editorial estos días y es cierto.
El ex ministro de Finanzas de Hollande, que abandonó el Gobierno ante la imposibilidad de aplicar medidas de corte más liberal, no ha desgranado su programa pero sí se ha comprometido a reducir el peso del Estado en la economía, que es el más alto de Europa.
Ideológicamente Macron se ha mantenido en tierra de nadie, presentándose como un político que no es ni de derechas ni de izquierdas y esa ambigüedad debe tener una plasmación real, que no tendrá un fácil desarrollo. Por ejemplo, al mismo tiempo que defiende el despido de 120.000 funcionarios y la bajada del impuesto de sociedades, considera que el subsidio de desempleo debe extenderse a los autónomos, empresarios y agricultores. Picotea a ambos lados del tablero político y tiene enfrente una figura como la de Le Pen que ha conseguido un apoyo inimaginable hace algún tiempo, con lo que ni puede ni debe dar pasos en falso.
Estos comicios franceses le han dado un escarmiento a los partidos históricos que se han autodestruido -por la endogamia socialista, o la imputación de Fillon- y sin duda le ha favorecido su misión de anticuerpo a la extrema derecha de Le Pen, pero no lo va a tener fácil.
Un colega recordaba el otro día en su crónica lo que decía De Gaulle, que las elecciones francesas representan el encuentro de un hombre con el destino de un país. Pues eso… no va a ser un camino de rosas.

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