Rafael Torres – Los refrescos de Espinar


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

El senador y otra porción de cargos orgánicos e institucionales Ramón Espinar, parece embarcado en una cruzada de pedagogía cívica y política: muestra a la gente, poniendo de ejemplo su propio comportamiento, qué no debe hacerse porque está mal y porque está muy feo. El directivo de Podemos, partido, como se sabe, ferviente adalid de la ética y de la estética, no tiene empacho en inmolar su nombre, su fama, su reputación, si con ello logra instruir a la ciudadanía en los arcanos de lo que por nada del mundo debe hacer un particular, ni mucho menos un político: mentir, engañar, decir una cosa y hacer la contraria.
A Ramón Espinar le pillaron el otro día en el comedor del Senado sirviéndose para el almuerzo Coca-Colas a pares. La pena, aparte de los trágicos efectos para la salud que conlleva la ingesta excesiva de bebidas refrescantes azucaradas, es que su partido, y él mismo, habían pedido que en el Senado no se expendiera esa marca por un prurito de solidaridad con los trabajadores de la planta de Coca-Cola en Fuenlabrada, amenazados por los planes de la empresa. O dicho de otro modo: el propio Espinar, congruente con su palabra, empezó a sacar por sus medios las Coca-Colas de allí, bebiéndoselas.
Con ser un poco deplorables las acciones del joven senador, ésta de la Coca-Cola y aquella del piso de protección oficial asignado de aquella manera y revendido con beneficios, más cochambrosos son, si cabe, los argumentos que el susodicho suele esgrimir para justificarse cuando le pillan. Para éste caso del refresco, de los refrescos, no se le ha ocurrido otra cosa que decir que se trata de una fruslería al lado de lo de la financiación ilegal del PP de Madrid o de la dimisión del presidente de Murcia. Sin embargo, con ello no ha hecho otra cosa que ceñirse al argumentario oficial podemita, que consiste en demostrar que las trapacerías de los suyos son pamplinas, chorradas, comparadas con las de los demás.
La necesidad de regeneración de la política española está jugando una mala pasada a quienes pensaron que esa regeneración la podían obrar, impulsar, defender, quienes, a la postre, se han criado a los pechos de esa política viciada, lastrada por la picaresca, la simulación y la mentira. Si Espinar no es capaz de prescindir por unos días de la Coca-Cola, ¿de qué será capaz?

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