Todos sabíamos que la Infanta iba a ser absuelta, pero ni siquiera nos indignamos.


No hubo sorpresas. Todo salió de acuerdo a lo esperado, a lo pactado en esos despachos siniestros, donde se conspira, se prevarica y se “argalla” la mentira para defender lo indefendible; donde los mohatreros venden la ética que nunca tuvieron, saltándose los principios jurídicos y la misma Constitución que hace a los españoles iguales ante la ley.
Lo peor de todo esto es que ya sabíamos el final de este cuento; un cuento que, desde luego, no es nada edificante; un cuento en el que todos son malos, y al final ganan. Conocíamos la sentencia antes de ser publicada porque, en el fondo, todos nos hemos vuelto algo cínicos y las cosas dejan de importarnos. Es casi como un dejarse llevar, un “tirar la toalla” y abandonar el maratón de la lucha, porque al final ¡qué más da! No hubo indignación ante la sentencia; como mucho, un “qué vergüenza” exhalado de manera casi automática. Y es que tanto bombardeo de información durante tanto tiempo nos ha hecho insensibles.
Los expertos en control de masas conocen muy bien esta particularidad del ser humano. Cuando su cerebro es estimulado de manera continuada con una determinada idea, se acostumbra y se hace insensible, perdiendo la capacidad de reacción. Eso nos ha ocurrido con el caso Infanta. Si el viernes cuando esperábamos la sentencia de Nóos nos hubieran sometido a una resonancia magnética funcional, nuestra respuesta cerebral al estímulo hubiera sido mucho más atenuada que lo que, por lógica, debiera ser. Pero así reaccionamos los humanos.
Los servicios secretos saben mucho de esto. Uno de los vectores del MK Ultra –programa inexistente para la oficialidad—, que trabaja en la sombra desde que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, los científicos nazis fueron introducidos en Estados Unidos a través del proyecto Paperclip, es precisamente conseguir la insensibilización del sujeto para después hacer de él un muñeco, “rompiéndole” la estructura mental y creándole una personalidad distinta, o varias. La personalidad múltiple, tan estudiada ya en estos días, puede aparecer de manera espontánea o bien ser creada en laboratorio. Esto lo consiguen con el visionado de imágenes duras, tortura, sonidos estridentes con mensajes subliminales, aderezado con grandes dosis de drogas e hipnosis. “… Y de esta verdad [Sancho] te podría contar tantos ejemplos, que te cansaran”.
Los métodos de domesticación de la sociedad son muy similares, aunque, por fortuna, no se llevan a esos extremos. El efecto saturación es suficiente y funciona siempre. Lo de la Infanta es un ejemplo más. Tanto empacho de noticias a todas horas y en todas partes acabó por dejarnos insensibles incluso a la injusticia; y, sobre todo, con la sensación de estar hartos y no querer oír más del tema.
Yo me siento indignada, no por la sentencia, sino por todas las irregularidades durante el juicio: la persecución al juez Castro, las descafeinadas declaraciones de la imputada y las de sus abogados de logia masónica a la prensa, incluso la de Rajoy augurándole un buen final, y no digamos la del fiscal Horrach. En eso sí se ve que hay dos Españas, dos varas de medir, dos maneras de juzgar, dos maneras de hacer facturas falsas y de registrar fincas. ¡Será que no acabo de creerme que los reyes descienden de los dioses y por eso me indigno!
Hasta hace no mucho, de la monarquía no se hablaba, salvo de los temas NODO. Ni era de dominio público el tema de las amantes de Juan Carlos, con cargo a los presupuestos, es decir, a nosotros, ni se sabía de la inmensa fortuna amasada en comisiones por el crudo, o los negocios con los árabes, a base de maletines. Si la Infanta, ¡pobriña!, creció en un ambiente tan rastrero y amoral, es lógico que quisiera aplicar por su cuenta lo aprendido en casa. Todos lo hacemos. Yo tiendo la ropa como mi madre.
A mí, después de todo lo acontecido en los últimos tiempos, que el duque empalmado entre o no ahora en la cárcel, que recurra al Supremo y que se libre de las rejas porque ninguna de las penas acumuladas llega a los tres años, me da igual. No necesito más pistas para ver la podredumbre de la política y la justicia. El ciudadano se encuentra en un estado de indefensión comparable al de la época feudal. Esta gentuza que roba casi nunca pisa la cárcel, y si lo hace es por poco tiempo. A la salida, eso sí, les espera el alijo de millones, porque nunca se les exige que devuelvan lo robado. De vez en cuando, alguna Pantoja de turno es puesta en la picota a la salida del pueblo para que los que entran y salen vean que se imparte justicia. ¡Qué machos somos! ¡Qué vergüenza de gente!

___________________
Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
[email protected]
Suscripción gratuita
.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

Lo más leído