Rafael Torres – La normalidad de Ginebra


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

La Infanta Cristina ha regresado, al parecer, «a la normalidad de Ginebra». Así lo refieren los noticiarios. Absuelta por el Tribunal que la ha venido juzgando por dos delitos fiscales al sospechar complicidad, o cooperación necesaria, en las mangancias de su esposo, Cristina de Borbón recupera la normalidad de su vida helvética y muelle. En Ginebra eso, esa normalidad, puede parecer normal, pero aquí, a éstas alturas de la película, no.
Acusaciones como las que la llevaron al banquillo, relacionadas con la codicia, se sustancian muchas cada día en los tribunales españoles, pero no todos los acusados son los sextos en la línea de sucesión a la Corona, ni han representado oficialmente a España en innumerables actos por esos mundos, ni han ido de duques o de duquesas por la vida mientras pudieron, ni reciben el título de Alteza, ni guardan en la cómoda la chatarra de una buena porción de medallas y condecoraciones de gran aparato. O dicho de otro modo: no todos los acusados de dos delitos fiscales relacionados con el saqueo organizado de las arcas públicas, cual ocurrió con el Instituto Nóos del que la Infanta formaba parte, y desde la sociedad Aizoon de la que era co-propietaria, salen tan campantes de los Tribunales, en disposición de reintegrarse como si tal cosa a la normalidad de Ginebra.
Tres juezas han dirimido si Cristina de Borbón, licenciada universitaria, responsable de diversas áreas de una Fundación bancaria y co-propietaria de una empresa, sabía o no sabía algo de números y de sus obligaciones con Hacienda, y si tenía alguna idea de dónde salía el pastón que entraba a chorros en su casa palacial. Por lo visto, la tal ciudadana vivía en la inopia, hacía y firmaba, a ciegas, lo que le decía su marido, no se preguntaba nada, y las juezas la han creído. Sin duda, la sentencia se ajusta al Código y a la Ley, pero la mayoría de los españoles no parece que compartan semejante credulidad.
Muy normal, por tanto, no parece aquí la normalidad de Ginebra. En realidad, no parece normal nada de cuanto ha sucedido durante el largo proceso contra los desvalijadores que actuaban amparados en el tabú de la Familia Real. Ahora bien; bonito sí que es el lago Leman.

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