La semana política que empieza – Cuando todo se vuelve Trump


MADRID, (OTR/PRESS)

Habitualmente, en estas crónicas, escritas de domingo para el lunes, uno trata de desentrañar las cosas que van a ocurrir en la semana que comienza. Muchas de ellas están en agenda, a la espera de ser comentadas: por ejemplo, esa conferencia de presidentes autonómicos de la que sospecho que va a salir mucho menos, por ausencias y por algunas presencias, de lo que sus inspiradores esperaban. O la continuidad del proceso de reconstrucción del PSOE, ahora con la certeza de que la «tercera vía», que tanto hemos anunciado, Patxi López, concurrirá a las elecciones primarias, seguramente frente a Susana Díaz, ya que es muy probable que no lleguen a hacer el «pacto del Betis» que tan bien funcionó en Suresnes. O los procesos precongresuales de los otros partidos… Pero me temo que en esta semana vamos a estar mucho más pendientes de las páginas de la sección de Internacional. Porque es la semana en la que Donald Trump toma posesión del cargo más poderoso e importante del mundo, la Presidencia de los Estados Unidos de América. Y ese acontecimiento, por lo inusual del personaje, por las consecuencias que sin duda nos traerá durante los próximos meses, años, deja en mantillas cualquier suceso interno. Todo se vuelve ahora del color durado-purpurina de la Tower Trump, cuyo inquilino va a irse a la Casa Blanca.
Uno, que ha visto desde lejos el desarrollo de muchas presidencias de los Estados Unidos, y, claro está, otras muchas cosas en más de cuarenta años de profesión, no puede dejar de sentir aprensión por lo que parece que viene. Quien se permite quitar la palabra a un periodista en una rueda de prensa seguida en directo por más de medio mundo, quien se permite llamar «lacaya» a una destacada actriz que se atrevió a criticarle, quien pidió -y pidió_ al ruso Putin que interviniese en la web de su rival Hillary Clinton, quien dijo que los resultados de la votación no los aceptaría si no le eran favorables, quien tiene el pasado que tiene como discriminador sexual y racial, no puede menos que provocar una cierta alarma entre quienes creemos que las formas, en política, son tan importantes como el fondo. Y quien lleva setenta años actuando del mismo modo difícilmente se va a moderar por el mero hecho de sentarse en el despacho oval: no se puede dar una pistola a un niño para que este se sienta omnipotente.
Perdone el lector que me pronuncie en términos tan tajantes acerca de alguien que ganó -bueno, obtuvo dos millones de votos menos que su rival, pero las reglas son las reglas- unas elecciones. Jamás criticaré a los votantes, sino el uso que el votado haga de los sufragios obtenidos. Y todo, el traspaso de poderes, los nombramientos de ancianos ultraderechistas para cargos clave, el acercamiento a alguien como Putin, me apesadumbra. Va a ser este un año sin duda agitado por vientos novedosos y sospecho que huracanados. Esto del «populismo» es una palabra suave para definir a alguien como Donald Trump. No es ninguna broma, pero dije en una radio que a los Reyes Magos yo este año les pediría un rápido «impeachment». No resulta descabellado pensar, con tanta antelación, que Sus Majestades de Oriente, quizá más pronto que tarde, harán caso a estas peticiones. Porque lo que me parece seguro es que, en algún momento, el hombre más poderoso del mundo meterá la pata. Más.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído