Charo Zarzalejos – ¿Ante un tintell parlamentario?


Mejor no hacer previsiones, ni diseñar planes. La política se parece mucho a la vida misma: cuando menos se espera surge un acontecimiento imprevisto, incluso no grave y pasajero, pero basta la mera sorpresa para que haya que volver a empezar. Superada la investidura en el último minuto como los billetes de avión baratos, ahora todos hemos entrado en resonancia haciendo cálculos de cuanto puede durar el nuevo mandato de Mariano Rajoy.
Son muchos, quizás demasiados, los imponderables que habrá que poner encima de la mesa para equivocarse, en este cálculo, lo menos posible. La obsesión, más que justificada, del Presidente del Gobierno continúa siendo la situación económica y la creación de empleo. En el objetivo último no hay, no puede haber discrepancias, pero las diferencias son rotundas a la hora de aplicar la receta. El primer pulso serán los presupuestos y nada apunta a que, por ejemplo, el PSOE vaya a apoyarlos. Javier Fernández, presidente de la gestora, ya ha declarado en un par de ocasiones que no ve a su partido apoyando las cuentas del Gobierno. Y es que el PSOE, como bien se vio en la sesión de investidura no está para más tensiones internas y mucho, mucho tendría que ceder el Gobierno para que los socialistas, sin fracturarse aún más, dieran el visto bueno a las cuentas «de la derecha» que diría Pablo Iglesias.
Cuando el dinero sobra, cuando hay margen para repartir, cualquier acuerdo político tiene salvado, de entrada, un enorme escollo. Sin embargo y aunque la situación es obvio que ha mejorado, todavía quedan tiempos difíciles, de manera que es claro que el margen de maniobra del que será nuevo Gobierno no es tan amplio como el de sus predecesores. A falta de dinero habrá que recurrir a la política pura y dura para lograr los acuerdos necesarios que no hagan de la presente legislatura un viaje a ninguna parte.
La disposición y voluntad negociadora del Gobierno va a ser un factor decisivo pero tan importante como la postura del Gobierno será la de los demás grupos de Oposición y de manera especial la del PSOE. Con Ciudadanos habrá sus más y sus menos. Unas veces apoyarán y otras, como ocurre en el parlamento madrileño, harán piña con la Oposición. No obstante, el escollo principal con el que se va a encontrar Mariano Rajoy es la propia situación interna del PSOE. En estos momentos es un partido devastado y fracturado, con un Pedro Sánchez dispuesto a coger carretera y manta para mantener viva la llama de la militancia, con una gestora que se sabe _y lo saben los demás_ que está de paso y que tiene que bregar con las pulsaciones internas. Ninguna de ellas fáciles de gestionar porque todos han salido más que quemados de una crisis cuyas heridas están lejos de cicatrizar.

El PSOE se va a sentir más cómodo en la Oposición pura y dura. No puede dejar todo el terreno libre a Podemos que no movió una ceja ante la impresentable intervención de Gabriel Rufián. Ellos, Podemos y ERC así como Bildt, la extinta Convergencia, Compromiso y quizás en menor medida, el PNV no van a tener el menor problema en coincidir en su Oposición a Rajoy. El PSOE lo tiene más complicado. Por un lado , no se puede confundir en el paisaje de quienes no tienen más objetivo que machacarle y, por otro, no está dispuesto a que se le equivoque ni por un segundo como muleta del PP. Se opondrá al PP sin temor a coincidir con todos los demás, de los que se desmarcará con intensas presencias en los medios de comunicación.
Saben los populares que «esto puede no durar mucho» y no, no hay que arriesgarse a previsiones, pero si hubiera que realizar alguna, me inclinaría a pensar que en más de una ocasión veremos un «tinell» parlamentario _¿se acuerdan del famoso pacto del Timell de todos contra el PP?- y que la presente legislatura durará el tiempo que el PSOE considere necesario para reconstruirse. Una vez celebrado el Congreso al que la gestora se resiste a poner fecha, la legislatura entrará en un antes y un después. Hasta entonces días difíciles tanto para Mariano Rajoy como para Javier Fernández. Ninguno de los dos me suscita la menor envidia.

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