Al margen – La gestora debe leer a Rosalía


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

A la Gestora del PSOE surgida de la conspiración palaciega que derribó al secretario general no puede atormentarle la incertidumbre sobre qué puede, o debe, o le conviene al partido en la actual coyuntura. El aquelarre de Zugarramurdi que fue el Comité Federal del pasado sábado despejó la incógnita: Nada. El PSOE no puede hacer nada. Es más; ese no poder hacer nada es lo mejor que en las presentes circunstancias podría pasarle, pues, cuando menos, el riesgo de equivocarse, elevadísimo por el marasmo en que se halla, se minimiza.
Si el PSOE fuera hoy un partido de verdad, esto es, con una ideología de referencia, con una cohesión y una congruencia internas, con un proyecto político y con la vocación de seducir con él al máximo posible del electorado, sí podría hacer algo, e incluso algo grande: renacer de sus cenizas y erguirse pundonoroso y gallardo en medio de la adversidad. Lamentablemente, de un partido cuyo máximo órgano, ese Comité Federal compuesto por dos centenares y medio de miembros, es absolutamente incapaz de debatir nada en trece horas de debate, poco renacimiento puede esperarse, poco pundonor y poca gallardía. Sin embargo, de su viejo rival, el PP, tampoco puede esperarse la menor generosidad, ni la menor lucidez, ni el menor sentido de Estado.
Rajoy, que ha visto pasar, sentado a su puerta, el cadáver de su enemigo, Sánchez, podría conformarse con eso, pero es muy probable que su euforia le haga inclemente, e imprudente, y olvide que al enemigo que huye hay que ponerle un puente de plata, y no condiciones leoninas, inasumibles, humillantes, para rematarle. Así, ya no le bastaría la ominosa abstención del adversario caído, sino que le exigiría, para evitar las terceras elecciones que él anhela por suponerlas óptimas para sus intereses sectarios, abjurar de cuantos principios tuvo algún día, sin compensarle con maldita la cosa, sin concesión alguna. Dejando a un lado la renuncia a la caballerosidad, que debería presidir siempre el juego político, Rajoy prescindiría también del análisis racional que desaconseja por tantas razones ensañarse con un PSOE caído.
¿Abstenerse incondicionalmente en una incierta investidura de Rajoy? El PSOE, ahora, no puede hacer ni eso ni nada. De momento, sólo leer a Rosalía de Castro: «Que pasen as correntes apestadas, que pasen, que outras virán».

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