Victoria Lafora – La foto de la corrupción


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

El escenario resulta, cuando menos, inquietante. Frente al Tribunal, una ingente bancada de personajes variopintos, claro ejemplo de la transversalidad con que las corrupciones y las corruptelas han aflorado en nuestra sociedad. Están todos: partidos políticos, empresarios, centrales sindicales…, y, al fondo, en pasmado silencio, tres o cuatro representantes de ese pueblo llano, los «preferentistas», que asisten atónitos a las explicaciones que un lindo y peripuesto Miguel Blesa da a los abogados y a la fiscalía.

Ha rebajado el tono displicente con el que se dirigía a sus subordinados pero, pese a estar viviendo el drama de prescindir del servicio domestico teniendo que plancharse las camisas, le queda ese ramalazo de soberbia que le permite justificar lo impresentable. Daba por supuesto que los inspectores de hacienda sabían perfectamente que las tarjetas Black eran un millonario sobresueldo pero, por ser yo quien era, hacían la vista gorda y consentían lo que no se tolera al resto de los españoles.
No leía los papeles ni los correos que le enviaba el interventor de la entidad que presidía, solo se ocupaba de la benefactora labor de ir incrementando el saldo disponible de las tarjetas opacas para compensar los ímprobos esfuerzos de los directivos y consejeros que le eran afines. Eso sí, con gran desprecio intelectual, acusaron a los preferentistas de ignorantes por no haberse leído la letra pequeña del leonino contrato que acabó con sus ahorros y sumió su vejez en la pobreza. Una pobreza real, contante. Por eso ahora, desde la calle y desde el fondo de la sala del juicio, le miran con todo el desprecio de que son capaces.

Una de las primeras jugadas de estrategia procesal de las defensas fue tratar de evacuar como acusación particular a Bankia y al FROB. Argumentando que no habían sido perjudicados por los acusados. Pero, ¿quién ha tenido que reponer los más de catorce millones que este grupo «selecto» de directivos se embolsó en caprichos variopintos, quién va a tener que devolver a los preferentistas el dinero robado?

Porque es cierto que, a regañadientes y para intentar rebajar las penas, muchos han devuelto los gastos en lencería, vinos de lujo, hoteles, masajes y restaurantes de muchas estrellas, pero no en su totalidad y no todos.
También intentaron que el extracto de los gasto de las tarjetas no figurara como prueba y se quejaron amargamente de la intromisión en su intimidad. ¿Cómo puede el tribunal discernir si eran gastos relacionados con la entidad o caprichos vergonzantes de una casta que se creyó intocable?

De momento, la declaración en la sala del primero y uno de los cabecillas de la trama, Miguel Blesa, no ha hecho más que acrecentar la sensación de nausea colectiva y servir como retrato de una etapa de la vida política, empresarial, sindical, en la que se lo llevaron crudo y que degeneró en una crisis que ha acabado con los sueños de la clase media de este castigado país.

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