El Abanico – Moda y gastronomía juntos contra el hambre


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Mientras los mandatarios de medio mundo intentan llegar a un acuerdo en Nueva York que dé visibilidad y una vida digna a los refugiados que llegan a nuestras playas y ciudades huyendo de la guerra, aún a riesgo de perder la vida, en Madrid los más prestigiosos diseñadores y cocineros se han unido en su lucha contra el hambre. Una iniciativa en la que han colaborado prestigiosos chef de nuestro país como Ricardo Sanz, María Marte y Luis Arévalo, con la que se pretende organizar eventos, en este caso cenas exclusivas, que recreen la filosofía del The of Art of Slow, que invita a tomarnos el tiempo necesario para disfrutar de las cosas más placenteras, pequeñas a veces, como puede ser una cena de amigos, en la que se reflexiona sobre algunos temas que revuelven la conciencia de quienes tienen la suficiente sensibilidad como para pensar que la vida no es un camino de rosas por más que te haya situado en un lugar privilegiado desde el que ver las dificultades de los más necesitados.
Lo obtenido por estas cenas, por las que los invitados han pagado 250 euros por persona, tienen un objetivo común: el apoyo y fortalecimiento de las capacidades de las mujeres líderes de todas las comunidades en las que trabaja Acción Contra el Hambre. En ellas se han implicado además de los chef, las más prestigiosos firmas de moda como Carolina Herrera, Aspesi, y Angel Schlesser, situadas todas ellas en la milla de oro madrileña y en cuyas tiendas se han organizado eventos patrocinados por Ron Zacapa, a los que asistieron algunos conocidos periodistas como José María Iñigo o Cristina Villanueva, y los actores Aída Folch, Ana Arias, Rubén Ochandiano, así como el modelo Javier de Miguel, Mónica Martín Luque y su actual pareja José María Yzaga, entre otros muchos.
Resulta vergonzante que mientras la sociedad civil de toda Europa, muy especialmente la española, se vuelca con esos más de seis millones de personas que huyen de Siria en busca de un futuro mejor para sus hijos, los políticos -cada vez más numerosos-, se revuelven en sus mullidos sillones, convencidos como están de que la llegada de esos refugiados pone en riesgo su placentera vida. Una idea que incomprensiblemente cala entre quienes piensan que esta gente, estas familias, nada aportan a las sociedades occidentales, cuando es todo lo contrario.

Está demostrado que quienes huyen de la guerra son jóvenes que han perdido a sus familias, a sus amigos, y a los que solo queda un rayo de esperanza: que les acoja un país europeo en el que poder desarrollar sus conocimientos profesionales, pues aunque a veces tengamos la sensación de que quienes se suben en esas barcazas son harapientos, lo cierto es que se trata en la mayoría de los casos de familias suficientemente preparados, lo que no impide que algún desalmado se una a ellos con el fin de provocar el desconcierto y el dolor en su huida hacía Europa. Nada reseñable pero sí lo suficientemente importante como para que las autoridades estén alerta sobre las actividades de estos individuos, capaces de sembrar el terror en su país y en los nuestros, pero a los que las autoridades y fuerzas de Seguridad del Estado vigilan con el fin de que no lleven a cabo atentados en los países que les tienden la mano.
Ya sé que peco de ingenua pero prefiero eso a pecar de intolerante, de intransigente.
Qué sería de la vieja Europa si no fuera porque todavía hay ciudadanos del mundo que sueñan con llegar a nuestros países convencidos como están de que son el paraíso. Qué sería de nosotros, de aquellos que estamos en la antesala de la jubilación, si no fuera por estos jóvenes que están dispuestos a trabajar y trabajar duro con el fin de alcanzar ese Estado del Bienestar del que tanto se habla y que ellos están dispuestos a conquistar al precio que sea, incluso perdiendo su vida en el Mediterráneo.

Nada hay más paralizante que el miedo al miedo. El miedo al diferente, al que lleva una vestimenta diferente a la nuestra, a quienes hablan otro idioma o practican otra religión. Superarlo nos engrandece como personas y como ciudadanos, de ahí que iniciativas como la llevada a cabo esta semana en Madrid por Acción contra el hambre, nos reconcilien con el mundo.

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