Fernando Jáuregui – La peineta de Piqué y otras peinetas


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

En el fondo, la peineta de Piqué, mientras sus compañeros escuchaban firmes y quizá hasta emocionados el himno nacional, ha sido un favor que nos ha hecho a todos. Porque mientras nos concentramos e indignamos en ese dedo corazón enhiesto del jugador catalán, no nos fijamos en otras cosas. Así que nos hizo a todos un favor, distrayéndonos de lo importante con lo accesorio y digital. Favor, en primer lugar, a Vicente del Bosque, cuya selección nacional fue un espejismo con Turquía y mostró su verdad ante Croacia; ay, ese marqués, para el que algunos pedían, medio en broma, hasta la presidencia del Gobierno y que, sin embargo, permitió a uno de los más cuestionados jugadores lanzar un penalti clave, que falló: «no me extraña tanto fallo, con esas camisetas horribles, que parecía que les habían arrancado el corazón a los jugadores…», me dijo una vecina. Y es que España, adelantada de la moda europea, no se puede permitir estar en la Eurocopa con tan horrible vestimenta, opinó.
¿Frívolo dice usted que le parece lo que escribo? ¿Cree que me he convertido -a veces me gustaría, la verdad- en un cronista deportivo, abandonando las incómodas playas de la crónica política? Pues tenía usted que haber escuchado en cenáculos y mentideros de la Villa et Corte lo que se comentaba y lo que no en las últimas horas. A ver si cree usted que se hablaba de las consecuencias del Brexit o del Breyxit -sustitución de Rajoy Brey en caso de necesidad- o de lo que le va a ocurrir a Pedro Sánchez en la noche del 26-J, es decir, del domingo que se nos echa encima. Nada: la gente estaba concentrada en el agravio de Piqué y su peineta, que ya es fijarse. Y lo demás, como si no estuviese ocurriendo nada.
Así que, si lo de Piqué fue intencionado, allá él con su mala educación y su no saber estar. Si fue casual -no, yo tampoco lo creo–, también ha servido, en todo caso, para polarizar contra él las iras nacionales y olvidar por un rato esta campaña electoral, la más insulsa e improductiva del mundo, que nos hará desembocar en un más de lo mismo cada vez más peligroso. Porque ahora se cita con no poca frecuencia al Rey y al papel que el jefe del Estado tendrá presumiblemente que jugar si la falta de responsabilidad de quienes aspiran a representarnos nos aboca a un fracaso semejante al de los meses pasados. He escuchado ya varias veces decir a muchos que, si no son capaces de llegar a un acuerdo, «estos cuatro» se tendrán que ir. Y hasta he oído especulaciones en torno a nombres, «independientes» o no tanto, que el Monarca podría proponer como candidatos a un consenso para presidir un Gobierno transitorio casi de salvación nacional. Hasta aquí nos han llevado: si el Rey cumple su papel de árbitro neutral, acabarán echándosele encima; si saca alguna tarjeta amarilla, algún «despistado», o no tanto, le dirá que está sacando los pies del tiesto de una Constitución que por otra parte es incumplible.
Pero pelillos a la mar: leña al mono con Piqué. A mí, lo admito, me preocupa poco o nada el dedo de Piqué, enfundado, al fin, en la camiseta de la selección española, por muy horrible que fuese el trapo ese que sustituyó a la clásica y querida «roja». Me preocuparon mucho más algunas peinetas que se le hicieron a Felipe VI, ese gran Rey cuya popularidad está muy por encima de todos los políticos, en sus rondas de consultas a los representantes políticos, a ver si llegaban a algo y sacaban al país del atolladero. Y a ellos deberían angustiarles mucho más las peinetas que puede que algún día, no lejano, les muestren millones de dedos, exasperados ante tanta ineficacia, por decir lo menos.

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