Antonio Casado – Sorpasso con insolencia


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Preguntar a Pablo Manuel Iglesias por su bien retribuida adhesión al chavismo es como preguntar a José Luís Perales a qué dedica el tiempo libre. Lugares comunes que les causan sendos ataques de contrariedad. Por distintas razones, claro. Al gran Perales, por simple aversión al tópico. A Iglesias, porque se siente pillado y, como suele hacer el PP, se remite a los tribunales en vez de dar explicaciones políticas, sabiendo que los tribunales nada tienen que decir sobre unas retribuciones a los fundadores de Podemos que se produjeron antes de que en el delito de financiación ilegal fuese llevado en 2015 al Código Penal.
Iglesias no solamente se desmarca de la Venezuela chavista para reaparecer con piel de cordero ante los votantes. Su pragmatismo («una estrategia para gobernar», admite con todo el morro) pasa por sacarse el comunismo de la mochila, renegar de sus propias falanges digitales (Sánchez las acaba de sufrir) y silbar melodías cuando afloran sus obras completas en la inagotable videoteca de You Tube con la verdadera cara del líder del conglomerado chavista-comunista- populista-peronista-socialdemócrata que surgió con el pacto del botellin.
Algo más que pragmatismo hay en su obsesivo empeño por dictar las decisiones que debe tomar el líder del PSOE. Es agotadora su pertinacia en explicar a Pedro Sánchez quien es y quien no es el adversario de los socialistas. O cómo averiguar si los militantes del PSOE están o no están por un pacto con el aglomerado Podemos-Etcétera-Izquierda Unida después del 26 de junio. Eso ya no es pragmatismo. Es insolencia pura y dura.
La insolencia de Iglesias, percibida por dirigentes, militantes y electores del PSOE como falta de respeto a un partido centenario, se le volverá en contra si se cumple la previsión demoscópica de los sondeos publicados hasta el momento. Todos dan por hecho el llamado sorpasso, lo cual quiere decir que el consorcio inscrito como Unidos Podemos quedaría por delante del PSOE. Pero el PSOE tendría la llave de la gobernabilidad. Es decir, que seria decisivo para llevar a Iglesias a la Moncloa. O para impedirlo. Y entonces en Ferraz se preguntarán si su sitio es el del compromiso institucional o el del gamberrismo político.
Claro que, a pesar de las encuestas, aún no es descartable que el PSOE se confirme como segunda fuerza política. Sobre todo si el pacto de Iglesias con Alberto Garzón acaba produciendo efectos restrictivos y no expansivos. O sea, que la suma por separado del 20 de diciembre resulte superior a la suma del conjunto en el recuento del 26 de junio. Los estudios cualitativos dicen que uno de cada tres votantes de IU se quedaría en casa o votaría al PSOE («Me va a costar votar», ha declarado el ex coordinador general, Cayo Lara).
A ellos se dirigió Pedro Sánchez este martes cuando hizo un sentido homenaje al ayer y hoy del Partido Comunista y a la coherencia de su militancia.

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