Charo Zarzalejos – Venezuela, Cuba, Rivera, Margallo…


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Creo que hay que felicitarse de que españoles insignes viajen a Venezuela. Lo que está ocurriendo en aquel extraordinario país es la consecuencia directa de una acción política, la del chavismo ahora encarnada en la estrambótica y peligrosa figura de Maduro. La última visita ha sido la de Albert Rivera. No ha viajado por iniciativa propia sino porque ha sido llamado, de manera que acusarle de hacer campaña es un recurso fácil por parte de aquellos que realizan lamentables, pero esperables, equilibrios dialécticos para no enfrentarse de lleno al régimen establecido.
No debe sorprendernos que Rivera haya vuelto a España impactado por lo que ha visto. No es para menos. Venezuela ha llegado a un punto en el que tiene todas las condiciones para solicitar ayuda humanitaria. En los hospitales no hay antibióticos, las comidas a los enfermos son más que ínfimas, escasean los tratamientos para enfermedades graves y se multiplica la compra de medicinas por internet. Las colas no son para conseguir entradas para el fútbol. Son para conseguir arroz, pollo, leche. Es decir, lo básico. Además, son varios los periódicos que han tenido que cerrar por falta de papel y los que aún ve la luz han tenido que reducir drásticamente su paginación y, desde luego, sus plantillas. Tienen papel para no más de cuatro meses. Todo esto es, además, compatible con la estancia en la cárcel de presos políticos, no delincuentes.
La situación del pueblo venezolano es acreedora de todo el apoyo que se le pueda prestar pero confieso ser poco optimista respecto a los resultados tangibles de los buenos oficios llevados a cabo hasta el momento. Se dan todos los ingredientes necesarios para que se produzca, en toda su virulencia, el estallido social que, con seguridad, Maduro se encargaría de sofocar sin miramiento alguno.
Situación distinta se vive en Cuba que bajo el régimen dictatorial de Raúl Castro y gracias a una calculada acción política de Obama, por sus calles se celebran pasarelas de moda de alta costura, llega algún que otro crucero de lujo y quien más quien menos ve en la isla caribeña una oportunidad de negocio y cuando esto ocurre se olvida todo lo demás. Nunca he compartido el famoso embargo que tanta carencia ha provocado al pueblo cubano. Como herramienta política ha sido un absoluto fracaso. Si alguien creyó en algún momento que el embargo iba a ablandar al régimen de los Castro, se ha dado con la realidad en la cara.
Ahora se ha pasado al extremo contrario. Hay que alegrarse de que los cubanos puedan viajar a Estados Unidos, y que extranjeros y nativos puedan -con extremas dificultades- ir abriendo negocios. Raúl Castro está encantado. A fin de cuentas nadie le ha cuestionado porque está por ver que se le pongan condiciones que afectan directamente a la libertad y a los derechos humanos. No hay prensa libre, no hay libertad de expresión, es imposible confrontar ideas porque no hay partidos políticos y, como en toda dictadura, en sus cárceles encuentran aposento muchos, muchos presos políticos. ¿Se les va a poner en libertad?. ¿Hay algún plan que garantice a libertad de expresión?. Hasta donde sé, nada de esto ha ocurrido. Si yo fuera Raúl Castro estaría encantado. Sin cuestionamiento serio a una política que es pura dictadura, sin contraprestaciones que requieran compromisos a favor de la liberta, Cuba se ha convertido en un lugar extraordinario para la inversión y el negocio.
Nuestro ministro de Exteriores, el señor Margallo, ha vuelto entusiasmado. Su encuentro con Castro fue de una cordialidad extraordinaria, casi fraternal. Se ha deshecho en consideración al trato recibido y al clima que presidió el encuentro con quien no deja de ser un dictador. ¿Es necesario tanto elogio, tanto entusiasmo?. Entendería que los familiares de los encarcelados por el mero hecho de discrepar con el régimen dieran una respuesta contundente a tanto cariño. Bien está vigilar y cuidar los intereses económicos y las inversiones de los españoles pero este dulce acunar al dictador a algunos nos provoca un especial rechazo. Lo mismo cabe decir de otras dictaduras que son grandes oportunidades de negocio. Me produce un cierto escalofrío el comprobar como el negocio, el dinero, es capaz de eclipsar la defensa permanente de la libertad de millones de ciudadanos.
Me confieso decepcionada pero la culpa es mía por pecar de ingenuidad. Hace ya muchos años, un extraordinario político socialista, ya fuera de la primera línea me aseguro que sin el respeto a los derechos, sin libertad, sin el papel activo de la mujer en la sociedad no había, no era posible el avance económico, la prosperidad… Me lo creí porque es un planteamiento lleno de lógica. Sin embargo la realidad ha desmentido esta afirmación en la que he venido creyendo durante muchos años. Ahí esta China y los Emiratos y ahora Cuba. Se puede prosperar, incluso hacerse rico sin libertad. Otros, sostienen que precisamente el avance económico, la prosperidad misma abre los caminos hacia la democracia. Tampoco es verdad. Y volvemos a China, gigante económico y régimen que ninguno quisiéramos para otros. Ahí están los emiratos en donde eso de los derechos humanos es una broma de los occidentales y ahora, ahí tenemos a Cuba.
De todo esto cuesta sacar una conclusión distinta a que «la pela es la pela» pero es preocupante con qué naturalidad, incluso entusiasmo, somos, son, capaces de digerir las situaciones de extremo sometimiento que día tras día tienen que soportar millones de hombres y mujeres como nosotros en muchos lugares del mundo. ¡¡qué pena y que rabia!!

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