MADRID, 23 (OTR/PRESS)
Con la excepción de Felipe González, ausente del acto por problemas de agenda, el candidato socialista a las elecciones generales, Pedro Sánchez, reunió en Madrid este domingo a sus antecesores en el cargo.
Todos ellos dejaron testimonios de adhesión a la causa electoral del PSOE, lo cual pasa por una remada conjunta de lucha contra la resignación. El cierre de filas responde a la necesidad de ahuyentar esa negra sombra que planea sobre un partido histórico que parece haber perdido la sintonía con sus votantes.
La encarnación de sus males es el miedo al llamado sorpasso. Es decir, la posibilidad de que la alianza de Podemos con Izquierda Unida, desborde en votos y escaños al PSOE. En Ferraz no lo contemplan. De hecho las encuestas están confirmando la caída de Podemos en expectativas de voto y que la suma de ambos será en todo caso menos que lo que por separado sumaron el partido de Alberto Garzón y el de Pablo Manuel Iglesias en las elecciones generales de diciembre.
El desbordamiento socialista por la izquierda se podría dar no tanto por el avance de la nueva coalición (Unidos Podemos), sino por los problemas internos del PSOE. Hace unos días lo decía de este modo Pedro Sánchez: «La gran herida electoral que nosotros tenemos, ¿sabéis cuál es? No es Pedro Sánchez, ni esta Ejecutiva, ni el numero uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis o siete de la lista. La gran herida es la división interna».
El llamamiento ha surtido efecto. No solamente por el acto del domingo pasado con los ex secretarios generales, movilizados ante el riesgo de que el PSOE deje de ser el referente de la izquierda. Unos días antes, con el aforo de un hotel madrileño a reventar, la presidenta de la Comunidad Autónoma de Andalucía, Susana Díaz, declaró: «Me dejaré la piel para que gane el PSOE y para que Pedro Sánchez sea presidente».
Es verdad que tiene intención de echar el resto en la campaña, aunque sería muy discutible que lo estuviera haciendo porque de repente se ha vuelto pedrista y cree a pies juntillas en la victoria del actual candidato socialista a la Moncloa. No van por ahí los tiros. La incompatibilidad de los dos personajes es manifiesta. Pero ella es la primera interesada en que el PSOE mejore su facturación electoral. Especialmente en Andalucia, donde necesita confirmarse como la reina de las urnas.
En esos términos debe entenderse la aparente luna de miel de Sánchez y Díaz, en el marco de la consabida tregua de Ferraz con los barones regionales. Reforzarse conviene a todos. Empezando por el candidato a Moncloa, al que la tregua le va a resultar muy rentable como inductora de votos.
El miedo al sorpasso de Podemos es más fuerte que la poca fe de los barones en el liderazgo de Sánchez, pero en Ferraz se ve como un movilizador de votos. Especialmente entre los votantes clásicos del PSOE con tendencia a abstenerse. También entre los que votaron a Podemos y ahora han descubierto la verdadera cara de este partido y al impostor que lo lidera.