Andrés Aberasturi – Que tomen nota.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

El repaso de Junkers, presidente de la Comisión Europea al Gobierno griego, ha sido antológico. Ha explicado el esfuerzo de las instituciones de la UE para tratar de contentar a los representantes helenos: desde los niveles de representación -nada de tecnócratas según querían los griegos- hasta dejar claro para todos y que nadie se confunda que «nuestra oferta (la de la UE) no es un estúpido paquete de austeridad, no rebaja salarios y no rebaja las pensiones y eso hay que dejarlo claro». Pues claro está como claros están los millones que entre todos hemos inyectado a la economía de un país que no quiso o no pudo remar junto al resto. Es posible que la política de la UE para salir de la crisis esté equivocada o no sea la más conveniente; unos defienden la contención y otros el gasto pero, equivocada o acertada, es la que es, la que se ha adoptado por la mayoría y a la que todos nos hemos sometido. Podremos discutir, insisto, si esa era la salida y si ese «todos» venía o no impuesto por Alemania. Lo podemos discutir y disentir, pero las cosas son como son y no se puede gobernar contra los intereses de todos, contra el sacrificio de muchos.
Junkers, en su intervención, se ha preguntado de dónde venía realmente el chantaje, la amenaza y los desplantes, si de la instituciones europeas o del gobierno griego. Y la respuesta parece evidente. El populismo de Tsipras prometiendo lo imposible le llevó a los altares de poder y desde el poder se inició un pulso absurdo lleno, además, de puntuales demagogias. Varió un poco su discurso, pero al final, y seguramente acuciado por sus votantes, decidió jugarse todo a una carta y rompió la baraja.
La vieja alternativa entre morir pie o vivir de rodillas, es válida cuando la decisión es personal y extrema. Pero no es el caso aunque el gobierno de Alexis Tsipras se empeñe en llevar las cosas a ese punto, lo que significa, a su vez, llevar a su pueblo a un desastre del que tardará muchas décadas en recuperarse. No se trataba de vivir de rodillas sino de empezar a recomponer una política económica desastrosa en la que apenas se pagan impuestos, las jubilaciones son escandalosas, el empleo público desmedido y todo lo que se quiera añadir. Y eso es así nos guste o no y, nos guste o no, un país endeudado hasta las trancas y que no puede pagar las nóminas de sus funcionarios si no recibe ayuda y que ha puesto en marcha el famoso «corralito», lo que no puede, por ejemplo, es readmitir a todos los empleados públicos despedidos en los primeros ajustes o reabrir la televisión pública. Hay cosas que están fuera de la lógica, que carecen de sentido y que sólo son fruto de anteponer el populismo del partido a los verdaderos intereses nacionales.

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