Más que palabras – Fútbol y política


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

No entiendo nada de Fútbol, y muchas veces he comentado que no alcanzo a comprender, aunque lo respeto, esa pasión que despierta que un señor con piernas de oro y en muchas ocasiones flojera de cabeza, le dé patadas a un balón que esconde un negocio millonario y también mucha corrupción. Dice el compañero José Felix Díaz, periodista de Marca, que las sábanas que sirvieron para tapar las caras de los dirigentes de la FIFA en el momento de su detención, debe ser lo único limpio que hay relacionado con el fútbol en Zurich, donde, a pesar del escandalazo, se ha reelegido a Joseph Blatter, de 79 años, para otro mandado.
La sombra de la corrupción no ha impedido que la FIFA siga a lo suyo y los excesos y el lujo en su Congreso son no sólo una desvergüenza, sino la prueba del algodón. Se han alquilado 50 coches de alta gama, Mercedes y Audi, con sus chóferes correspondientes, las habitaciones del hotel se pagan a mil euros la noche, están programadas cenas con caviar para ellos y sus acompañantes durante tres noches y todo así. ¡En fin, lo normal en una época de crisis! Y predicando con el ejemplo, sí señor.
Es curioso que el fútbol y la política tengan tantos paralelismos sobre todo si se trata de corrupción y de «mordidas». En ambos campos los cargos se perpetúan en el poder y al final se corrompen de tal manera que somatizan la corrupción dándole una apariencia de normalidad. Ahora, la diferencia es que las elecciones pasadas han dado un serio aviso a quienes han manchado la cosa pública, pero ese toque de atención de las urnas aún no ha llegado a los del balón de oro. El señor Blatter, como si la cosa no fuera con él, dijo en su discurso de apertura del Congreso sentirse indignado para, a continuación, añadir –como hacen los políticos– que hay una especie de persecución judeo-masónica contra el fútbol. Disfraza de persecución lo que

es mangancia y delito y dice que no se ha enterado de nada, que, aún siendo cierto, le convertiría en cómplice y responsable por no haber vigilado lo suficiente.
A todos los que están en ese negocio se les llena la boca al afirmar que es un deporte para darle un barniz de honestidad y limpieza, pero la sombra de sospecha que ha levantado este caso es tan oscura y tan densa que pocos se pueden creen su versión light: «Quieren acabar con el fútbol, y aunque vendrán más noticias malas, la FIFA pondrá todo de su parte para que no sea así», afirmó con toda parsimonia Blatter en el discurso de apertura de su cuarta reelección como presidente. ¡Toma ya!

El tema es de tal calado que ahora quieren poner en la picota a la mujer que ha hecho temblar a la FIFA y que ha demostrado sobradamente que no le tiemblan las piernas. Loretta Lynch, la primera fiscal general afroamericana de la historia de Estados Unidos, doctora en Derecho por la Universidad de Harvard, es una luchadora que creció en una familia ligada a los movimientos de los derechos civiles y ha demostrado sobradamente no amilanarse, tanto si se trata de poner multas millonarias a gigantes bancarios, como en cuantos casos de corrupción ha tenido entre

las manos. «Los acusados han violado la ley y habrá Justicia», suele predicar y no se esconde.
Durante un lustro ha supervisado casos del crimen organizado y corrupción, lo que ha sido el punto de partida y el eje de esta investigación que ha llevado a 14 altos cargos de la FIFA ante la Justicia. «Se esperaba que cumplieran las reglas que protegen al fútbol. En vez de eso lo corrompieron por sus propios intereses», señaló. Con tantos intereses en juego irán a por ella, pero sólo si los culpables pagan por ello la FIFA saldrá del lodazal en el que están metidos todos. Hay demasiados silencios cómplices e intereses creados en este asunto y huele que apesta.

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