MADRID, 25 (OTR/PRESS)
De la misma manera que, en amplios sectores de la sociedad, al sexo se le denomina amor, parecido eufemismo se extenderá en los próximos días y semanas, cuando al deseo de ocupar el poder se le llamará gobernabilidad. Aparecerán los portavoces de turno con cara de haber soportado los deseos de vomitar, pondrán cara muy seria para recalcar la gravedad del momento, y declararán que «en aras de la gobernabilidad y en beneficio de los ciudadanos» su formación política ha decidido encamarse con otra. El talismán del efugio consistirá en este principio multiuso: «En ningún momento nos ha guiado el afán de poder. Nos debemos a los ciudadanos y éstos no se merecen unos ayuntamientos/comunidades autónomas sin poder constituirse por la cerrazón de unos y el sectarismo de otros». Y de esa manera los de Ciudadanos se meterán bajo las mismas sábanas que Podemos, y los de Podemos, con o sin camisón, compartirán sillones de mando con el PSOE, y el PSOE, como si hubiera pasado por una renovación de hormonas que le ha aplazara la menopausia se acostará con le primero que le haga un guiño. Bueno, que le haga un guiño y que le compense con el reparto de escaños y concejalías. Ciudadanos puede hacer de casquivana compulsiva y arrimarse con unos y con los otros, porque si lo hace sólo con la izquierda en las próximas generales la gente podría optar por el original y arrinconar los sucedáneos, que es lo que le viene sucediendo a Artur Mas, que va de derrota en derrota hasta que logre aúpar a Ezquerra a la victoria final.
Será interesante observar cómo, en Navarra, los palmeros de los etarras estén arropados por los socialistas, con tal de desalojar al PP, y ya veremos estas inquinas qué consecuencias provocan en las próximas elecciones, porque por mucha cara de trascendencia que se ponga, y por mucho que se pronuncie el término «responsabilidad» los votantes sabemos si los protagonistas son responsables del mensaje, partiendo de viejo conocimiento de que quieren decir Poder, aunque le llamen gobernabilidad.
