La semana política que empieza – Un pronóstico seguro: todos van a ganar.


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Ocurre invariablemente en las noches electorales de los comicios autonómicos y locales: todos dicen que ganan. Porque una cosa es el número y porcentaje de votos en relación con las elecciones pasadas y otra el número de ciudades y de comunidades autónomas que se mantienen en poder del que ya estaba o que pasan a nuevas manos. Y, así, un pronóstico es seguro: como hay múltiples análisis que se pueden hacer, todos, y me refiero especialmente a los dos principales partidos del arco político, afirmarán que han ganado. Y todos, sin embargo, y sigo refiriéndome ahora al PSOE y al PP, habrán perdido.
Las múltiples encuestas en manos de los partidos, de instituciones y las que preparan algunos medios de comunicación para lanzarlas al inicio oficial de la campaña, que se producirá dentro de poco más de una semana, hablan con unanimidad de un descenso muy sensible, en todos los frentes, tanto de socialistas como de «populares». Aunque podría resultar que, al final, y aunque en muchas ciudades los dos «bipartidistas» pierdan sus lugares en el podio, PP y PSOE se mantengan, a duras penas eso sí, con las medallas de oro y plata, respectivamente, en las preferencias de los electores, una vez que todo haya sido computado. Y ello, pese al evidente rechazo de esos electores, lo que no es sino una paradoja más de la peculiar vida política nacional.
De lo que no caben dudas es de que el Partido Popular, aquejado de males como la irrupción noticiosa de casos de corrupción entre algunos de sus dirigentes «históricos», o como las disidencias internas, o como las críticas a la «inactividad» de Mariano Rajoy, va a perder una parte importante del inmenso poder territorial que ahora posee. Varias ciudades andaluzas caerán en manos de los socialistas, quizá aliados con otras fuerzas políticas -los restos de IU, quién sabe si Podemos y hasta Ciudadanos, un partido muy irritado con las «insidias» del PP–, y en la sede de Ferraz se alienta el optimismo de recuperar Castilla-La Mancha y Extremadura, con lo que el sur de España volvería a estar controlado por el PSOE, lo mismo que Asturias.
Y ahí se detienen las especulaciones optimistas del PSOE. Ni en Cantabria, ni en Rioja, Navarra, Aragón, Baleares o Castilla y León espera nadie que, con o sin los emergentes, el partido comandado por Pedro Sánchez pueda hacer grandes cosas ni dar sorpresas mayúsculas. Así que Sánchez, que este domingo estuvo en Bilbao, centrará sus esfuerzos en las tierras manchegas, en Valencia, donde todo puede pasar, en algunas ciudades andaluzas -los socialistas están «casi» seguros de recuperar Sevilla, Huelva, Cádiz y Jaén, y de mantener otras grandes ciudades del «feudo» de Susana Díaz_ y, por supuesto, en Madrid.
Madrid. Quien gane o pierda en esta Comunidad y en esta capital podrá decir más alto ante las cámaras en esa noche electoral que ha ganado las elecciones. Luego, el otro replicará que controla más ayuntamientos, que ha subido en número de votos, que ha superado a Podemos o Ciudadanos, pongamos por caso, en tales y cuales ciudades o autonomías. Pero Madrid es la prueba del nueve. Y, hoy por hoy, los sondeos que he podido ver dicen que el PP ganaría por la mínima al PSOE, y que tanto el partido de Pablo Iglesias como el de Albert Rivera están llamados a desempeñar un papel clave, como en otras tantas localidades, para que gobiernen unos u otros. Porque la era de las mayorías absolutas se ha acabado, quizá para mucho tiempo, y ha llegado, aunque a nadie le guste, la era de los pactos.
Por eso, la campaña en la que, aunque aún no oficialmente, están ya inmersos los partidos, está llamada a tener una gran importancia. Y ahí, la sensación del mero comentarista, no avalada, claro está, por encuesta alguna, es la de que el PP tiene más problemas -Rato, Trillo, Pujalte los flecos dejados por el juez Ruz, las propias acusaciones de «inmovilismo» lanzadas a Rajoy desde sus propias filas, aunque en voz baja_que el PSOE, donde la rumoreada pelea entre Pedro Sánchez y Susana Díaz se trata ahora con sordina; máxime, cuando la presidenta andaluza, que ha recibido el sacrificado adiós anunciado de Griñán y Chaves sin tener que hacer demasiada sangre, está ahora segura de que será investida sin llegar a la temida nueva convocatoria electoral.
Rajoy, con encuentros reservados con empresarios y periodistas, trata estos días de contener la marea, y dicen que hasta saltará a la calle para estrechar manos ciudadanas, algo escasamente en sintonía con su carácter reservado. Pero las críticas a la actuación (y a la falta de ella) del inquilino de La Moncloa vienen desde los aledaños de sus propias filas y están incidiendo en los sondeos, parece, mucho más que los casos de corrupción, que ya se vio en Andalucía que son temas poco sensibles a la hora de introducir la papeleta en la urna.
Rajoy, para mantenerse en La Moncloa, tiene que hacer mucho más que tenérselas tiesas con el venezolano Maduro, con quien se «hará la foto» (o no*) esta semana en Bruselas: tiene que ganar estas elecciones, que son mucho más que autonómicas y locales. Y tiene que lograr un pacto con Albert Rivera, un pacto sin el que no podrá revalidar su presidencia.
Casi lo mismo que podría decirse, por cierto, de Pedro Sánchez. Claro que esa es precisamente la razón por la que ambos dirán, lo veremos, en esa noche de dentro de un mes menos dos días, que han ganado. Y, con todo incluido, los dos habrán, no obstante, perdido. Rivera, en todo caso, gane lo que gane, gana. Ah, y Pablo Iglesias, aunque me parece que menos, también.
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