Carlos Carnicero – Pedro Sánchez se consagra como líder del PSOE.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

El debate del estado de la nación, por su naturaleza y su formato, favorece al presidente de Gobierno. Lleva la iniciativa, no tiene límites de tiempo y se puede dar el gusto de contestar en cualquier momento. Hasta ahora, no había un solo líder de la oposición que hubiera salido airoso de su primer encuentro con un presidente en el debate del estado de la nación. Josep Borrell, un político preparado y dialéctico, perdió claramente su encuentro con José María Aznar.
Para el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, el debate era una oportunidad pero también un riesgo que podía haberlo liquidado antes de consagrarse en su propio partido. Ha salido airoso e, incluso, las encuestas le han dado ganador sobre el presidente Rajoy.
Mariano Rajoy carece de inteligencia emocional. Sigue los dictados estrictos de su asesor Pedro Arriola. Y lo que le había encomendado el gurú del Partido Popular fue el triunfalismo. Un solo mensaje: «La crisis ya ha pasado y estamos en la senda del crecimiento gracias a las políticas de este Gobierno». «Nuestra mayor victoria en política social ha sido evitar el rescate».
El presidente no se salió del guión. Podría haber hecho ese discurso, adobándolo de una mención explicita a los sacrificios que ha realizado la mayor parte de la población. Podía haber pedido un acto de confianza a los millones de españoles que no ven ni han sentido esa salida de la crisis. Se podía haber acordado de los desahuciados, de los que han quedado en la cuneta, de los que no tienen esperanza. Pero Mariano Rajoy es incapaz de ese guiño a los perdedores porque quizá no tiene una percepción de la situación de tantos ciudadanos. Dio la impresión de que vive en una capsula de cristal y de estar solo con triunfadores.
Puestas así las cosas, en un discurso inicial que parecía el de un consejero delegado de una compañía llamada España, el presidente se regocijó en estadísticas que le dan la razón en la macro economía. Y ahí se plantó, con unos anuncios pre electorales que ya habían sido anunciados en otras ocasiones. Ocultó lo que no le interesaba y cedió el turno al líder de la oposición.
Pedro Sánchez estuvo demoledor y brillante. Su objetivo claro era convencer a los suyos de su capacidad de liderazgo. Y demostrar que como nuevo líder del PSOE se podía ganar el derecho a ser escuchado por sus posibles electores. Romper la demoledora inercia de que este partido centenario habría llegado a su decadencia. A partir de ahora, Pedro Sánchez puede crecer como alternativa al gobierno de Rajoy.
Agarró Pedro Sánchez la situación de España a la que hizo una autopsia clara, contundente y detallada. Manejó los papeles con soltura y demostró que tiene una oratoria y una capacidad dialéctica como un gran líder. Tuvo momentos brillantes, como cuando definió la situación laboral de los españoles en función de su edad. Logró demostrar que la España que retrató existe y que la que dibujó Rajoy es una ensoñación electoral.
El presidente del Gobierno salió tocado a la réplica. Y tiró de manual: la herencia recibida. Tres años y medio después de llegar al gobierno, ese disco está muy rallado y ya no se oye ni la música. Luego, Rajoy descalificó a su adversario al que lo más bonito que le dijo fue «patético». No hubo argumentos en la bancada del Gobierno, solo descalificaciones y ese cansino sonsonete de lo malos que fueron los socialistas en un gobierno pasado en el que no estuvo Pedro Sánchez ganó en una encuesta hecha por institución oficial. Logró la proeza de que contra el reglamento le llevó el pulso al presidente de Gobierno.
Quienes intentan torpedear al secretario general del PSOE desde su propio partido lo tienen más difícil. Queda por saber si Susana Díaz le dejara espacio en la campaña andaluza. Será difícil que la candidata andaluza sea cicatera con el secretario fortalecido por el debate de la nación.
Como si sus tiempos fueran calculados, Sánchez llegó al debate después de haber dado un golpe de autoridad en Madrid. Nadie ha pestañeado por la cabeza de Tomás Gómez. La candidatura de Angel Gabilondo ha sido aprobada por las bases del partido sin que los antiguos partidario de Gómez hayan demostrado rechazo. Rey muerto, rey puesto. Las expectativas electorales del PSOE en Madrid han crecido diez puntos con el nuevo candidato. Y, ahora, fortalecido por ese gesto y por el debate, el secretario general puede tomar las riendas del partido. Está vivo.
Pedro Sánchez tiene la patata caliente de la imputación de los expresidente de Andalucía Chaves y Griñan. Ha ganado tiempo porque no irán a declarar hasta después de las elecciones andaluzas y municipales. Pero le ha debilitado la triquiñuela de que la imputación de los ex presidentes andaluces no es tal.
Si como anuncian los pronósticos el PSOE gana en Andalucía, esa victoria será un punto de inflexión en la observación que los ciudadanos hacen del PSOE. Si consigue arrebatar al PP ayuntamientos importantes, tal y como predicen las encuestas, su posición se consolidará de cara a las próximas elecciones generales.
Sánchez está potenciando su imagen internacional. Le queda por definir su estrategia contra Podemos. Pero esa es otra reflexión que hay que realizar.
Al PP le ha salido un grano serio con la ascensión de Albert Rivera. Todo indica que le ha dado un mordisco por el centro al Partido Popular. Y la carrera de Ciutadans parece que solo ha comenzado. Está en estado de gracia.
Mariano Rajoy tiene que tomar en las próximas semanas decisiones importantes. Designar candidatos claves en las municipales y autonómicas. La elección de candidatos en Madrid es peliaguda. Elegir a Esperanza Aguirre tiene muchos riesgos. Es una imagen del pasado que recuerda demasiado los episodios de corrupción. Quizá tenga ventajas, pero tiene muchos riesgos, sobre todo ahora que Tomás Gómez, a quien Esperanza Aguirre había tomado la medida, ya no está en circulación.
Hay indicios de que Podemos está en recesión. Ya no es novedad y los episodios de irregularidades entre los líderes de ese partido han dinamitado su estado de gracia. En la medida de que Podemos tenga que concretar sus propuestas, también se hace más vulnerable.
Pienso que la batalla electoral está más abierta que hace unas semanas. Quien ocupe el segundo puesto en las próximas y consecutivas elecciones tiene posibilidades de dar un empujón hacia abajo a quien ocupe la tercera plaza.
La mejor noticia es que ahora hay más incertidumbre. Y esa es una buena noticia para la democracia porque demuestra que la disputa política en España está abierta.

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