Más que palabras – El cuento de la lechera.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Tenemos un país curioso. Podemos presumir de autopistas , si señor, y también de que tardaremos en pagarlas décadas y décadas. El agujero de 4500 millones de euros que las autopistas de peaje quebradas puede llegar a crearle al Estado, es el resultado no sólo de una de una nefasta planificación de las infraestructuras por parte de los responsables del gobierno de turno si no también de una época de vacas gordas donde todo parecía poco. Esa época de todos los «boom» ha sido, al final, los polvos que han traído este lodo y ahora la «patata caliente» es qué hacer: si un rescate muy complicado que recaería en todos los contribuyentes o dar el cerrojazo , con lo que el déficits se dispararía.
Estos días los ministros de Economía y de Fomento han manifestado, públicamente, que la negociación para evitar el cierre continúa, tras la resolución judicial que rechaza la propuesta del rescate y aboca a las a todas las autopistas en quiebra a la liquidación. Ana Pastor dice que una posible solución es que los dueños de las autopistas quebradas las entreguen al estado y que los acreedores acepten una quita del 50% de la deuda pendiente. La empresa pública de autopistas tomaría el control y asumiría una deuda de los 2300 millones con bancos y constructoras. Esa es una opción, pero los acreedores no están dispuestos a aceptar la remuneración ofrecida por el gobierno.
La pregunta es ¿que pasaría si las autopistas quiebran y entran en liquidación? pues que el Estado debe responder con un mínimo de 4.500 millones para las nueve concesionarias en litigio. En resumidas cuentas que lo pagaríamos todos los contribuyentes.
Sea como fuere este símbolo de nuevos ricos ha sido ruinoso, un auténtico disparate de falta de previsión, una especie de «cuento de la lechera» para incautos. Primero se erró al pensar que con tanta construcción habría unos volúmenes de tráfico espectaculares -cosa que evidentemente no ha ocurrido- luego que el coste de las expropiaciones sería razonable y hubo una desviación, nada menos, que del 600 por ciento y por último que en España ya habíamos superado el gratis total. La crisis se ha llevado todo por delante y el cántaro ha terminado en el suelo, con la leche derramada.
El asunto es si también en este tema las responsabilidades van a diluirse y al final en medio del secretismo -aunque sea con la ley en la mano- seremos cada uno de los españoles los que termináremos pagando a los bancos que dieron créditos para este negocio ruinoso. Son nueve, nada menos que nueve, las autopistas fantasma del gran derroche, por las que no circulan coches y en las que se ha gastado un porrón de dinero tirado a la basura por las ambiciones faraónicas de algunos, que disparan con pólvora del Rey.
Autopistas fantasma, aeropuertos que al final apenas sirven de atrezzo para escenas cinematográficas, polideportivos que nunca se han abierto , rotondas y más rotondas que se ha convertido en vertederos…. La radiografía de la España del derroche además de kafkiana pone los pelos de punta, pero lo que todavía causa más indignación es que no le ponemos cara y ojos a los culpables y me temo que se irán de rositas….. Aquí el cántaro de las infamias y las «sinvergonzonerias» está lleno y luego algunos se preguntan por qué los ciudadanos dan la espalda a los gobernantes de todos los colores.

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